La cantidad de alcohol y marihuana que he visto en las últimas tres semanas, no se la videollamada a nadie. Perdón, deseo.
El amor en los tiempos del COVID ha llevado a la humanidad a escaparle al silencio incluso frente a una pandemia, en donde en vez de aprovechar a conectarse con el séptimo chakra, han decidido experimentar con estupefacientes en una sala virtual.
Es para suicidarse, pero un funeral sin público no amerita que aún parta, sobre todo porque quiero ser cremada y de seguro que el censo dirá que fue porque tenía el virus. Ya participar en una mentira global es too much.
Entonces ahí es cuando agarro la guitarra y me pongo a rasguear aullando en lenguas para que mis hermanos me rescaten de una buena vez por todas. Pero mi suerte está echada y apareció uno de mis seguidores preguntándome: ¿Hay algo qué hacés mal?