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Freudiamelo

De tanto escribir e imponer mi sexto sentido de cara al público, me ha contactado un psicólogo, sí, con placa y todo. No es que estuve en su consultorio para corroborar que el pinche diploma estuviera colgado en la pared…pero gracias a Google y demás avances nacidos en la ciudad que habito, pude stalkearlo. 

Vamos, de seguro que el médico en ciencias del comportamiento no venía a darme una lección de cómo Freud categorizaría mi neurosis, pero atraer a un psicólogo al caldo de mi escritura denota una ácida complejidad a la hora de analizar la realidad. Hasta hace un par de meses creí que atraía solo a los casados aburridos en su matrimonio, pero se ve que ahora también la psicología necesita un cambio de rutina. Guarda, yo saltaba de alegría en mi diván virtual mientras el hacía un estofado con mi vehemencia— vivo apasionadamente, hay mucho material, if you know what I mean. Sin psicología no hay crecimiento, pero sin espiritualidad tampoco. Me juzgarán de radical y en esto lo soy; ya que utilizamos solo el siete porciento de nuestro intelecto, ¿y con esto pretendemos defender el barco de nuestra existencia? ¿Con un cerebro que trabaja part-time sin incluir al resto? No me tomé la píldora del sistema hasta hoy y dudo de que alguna vez suceda; lo que sí pasó fue nuestro diálogo…uno enriquecedor de la ciencia vs una escritora en su elemento.

 

— Ceci, te vengo leyendo hace un tiempo ya y tus relatos me parecen muy vívidos, me hacés sentir parte de tu historia y hasta puedo ver las imágenes de lo que te va sucediendo. 

 

Su approach fue uno sutil y sincero, hasta ese momento solo pude pasarle el Windex a los vidrios del consultorio a cambio de su feedback. No sabía bien cual era su intención al escribirme…pero el budismo me enseñó a no juzgar, así que me mordí los pensamientos fruto de un planeta contaminado y continué con la falsa diplomacia.

 

— Gracias Carlos, me alegro de que me leas y de que mis escritos te generen algo así. ( soy tan insoportablemente educada cuando quiero)

 

— Gracias a vos, Ceci, le pones color a mi día.

 

Pero juzgar hace bien, por eso escribo, porque si yo le tengo que poner color a uno de mis lectores para que su vida tenga sentido, es que están pasando dos cosas: tiene que cambiar de vida urgente y dio con la persona equivocada, ya que acabo de cerrar el rancho que estuvo abierto veinte años ayudando a las almas rotas a encontrar el norte. 

Finito ragazzi! Esta empresa ha claudicado con una cuenta en negativo y catorce diplomas en psicología sin ser impresos y reconocidos.

A cualquier persona en occidente le hubiera encantado que le inflen la pompa del ego diciéndole que son el centro de su vida, pero no a mí, a mi dame hechos, no palabras. 

Pero no crean que soy tan fácil y que voy a escribir sobre un tiroteo más sin que nuestro diálogo tuviera un pico de emoción como cuando Sigmund conoció a Martha Bernays. 

 

— Pero al leerte, también noté mucho dolor en tu discurso.

 

— Llegamos a este mundo llorando doc, creo que esto predice bastante el futuro que nos espera; algunos lo superan, otros lo repiten, y solo unos pocos aprenden. En mi biblioteca cronológica se llama: destino.

 

— Bueno, como bien sabrás, nosotros los psicólogos no creemos en el destino.

 

— Si, bueno, tampoco en el karma, y yo en lo único que creo es en el karma. ¿Sino cómo explicás qué a la gente buena a veces le pasan cosas  malas y a los malos no?

 

— Tendemos a pensar que el individuo elige (inconscientemente o conscientemente) sus situaciones. 

 

— ¿Vos crees qué una madre desea que su hijo muera en un accidente de tránsito? 

 

— Esa es una visión extrema que no está al alcance de la responsabilidad de un ser humano poder modificar. 

 

— Modificar desde ya que no, pero que eso estaba planeado no hay dudas.

 

— ¿Por quién, Ceci?, ¿El cosmos?

 

— No seas tan ateo Charlie, que cuando te encuentre en el cielo me vas a dar la derecha y tus teorías de las afecciones mentales se irán a la chingada.

 

— No discuto tu fe, pienso que muchas veces es necesaria, pero no podemos hablar sobre un supuesto, ya que la ciencia estudia los hechos, no posibles eventos aleatorios o imaginarios. 

 

— Yo lo único que estoy diciendo es que venimos a este planeta a purgarnos y a aprender lecciones para después partir, y en esas lecciones aparecen todo tipo de desafíos. El mío fijate que fue en el amor, una lista interminable de perdedores que me sacaron hasta el PH. 

 

— Habrás elegido un patrón de hombres porque estabas tratando de sanar algo.

 

— Hay doc, usted no tiene porque saber quien fui en mi vida pasada, pero le aseguro que hice algunas cosas muy chungas, y estos hombres vinieron a hacérmelas pagar una por una. Lo sé, incluso hice terapia de hipnosis para averiguarlo. No me discuta la hipnosis también porque sabemos que su querida ciencia lo avala. 

 

— Yo no te discuto nada Ceci, sos libre de pensar lo que quieras, simplemente no concuerdo con tus visiones espirituales.

 

Pero hay algo en que el doc tuvo razón, he venido a sanar…todavía no sé muy bien qué; si intentar aparentar ser el humano que no soy, o intentar encajar en un mundo que no pertenezco. Ya saben que cuando la nave se rompió por desperfectos técnicos terminé en los yuyales sin madre, ni padre, hice lo que pude, ahora no me condenen por ello, y si lo hacen, al menos no sean tan severos como yo al juzgar una especie en declive como esta.

 

Un beso en la frente para todos, desde mi guarida de la calle Chestnut.

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