Querido papi
Me pediste que escribiera algo sobre vos mientras partías, que lo publicara y que te recordara como el hombre divertido que eras. Aún sabiendo que iba en contra de mi voluntad relatar algo tan íntimo como el haberte perdido. Pero vos siempre fuiste así, excéntrico para los momentos trágicos y tan privado para los momentos oscuros.
Y aunque mientras te describo se me desgarra el corazón, tengo tantas cosas para decirte. Porque vos supiste que una vida entera jamás alcanzó para decirte cuánto te hemos amado. De este lado no tuvimos ese tiempo sagrado que nos merecíamos antes de que te fueras, aunque quiero creer que esta carta cruzará el cielo, donde estos trajes inútiles que cargamos ya no sirven para escudarnos de expresar lo que sentimos. Acercándonos a todas las oportunidades de compartir más tiempo juntos y contarte que mucho de lo que soy es gracias a vos.
Papi, heredé tu fuego que me quema por dentro si no digo y hago lo que siento, heredé tu sofocada sinceridad al borde del peligro por espantar a los débiles que nos rodean como carnada por no vivir a la altura de la verdad. Heredé tu creatividad, tu pasión, tu manera de escribir y tu inclinación musical, heredé tu puñetera obsesión detrás del volante y heredé tu más cálido carácter. Fui tu sombra en tantas cosas que me hartaba de escuchar a la gente decir “sos igual a tu padre”, y aunque yo renegaba porque no me gustaba ser comparada, cuanta razón tenían. Y hoy toda esa similitud me pesa tanto porque cuando estabas a mi lado nunca pude agradecértelo. Agradecerte de tener la fortuna de parecerme tanto a vos, aunque una versión mejorada de tus desprolijidades (no te enojes por esto).
Fuiste un guerrero, uno al que le faltó un par de flechas para llevarse el título, y aunque tus batallas internas no te dejaron lucirte en este plano, siempre te admiraré por ello.
Nunca encajaste papi, y mucha gente te crucificó por eso, pero en alguna dimensión de nuestra frágil existencia compartimos la misma visión.
Eras el alma de la fiesta, un alma que tenía un conocimiento profundo del dolor y el sufrimiento, utilizando el humor para salvar todos los males de este mundo. Eras único, irrepetible, lúcido, crazy, y a veces tan nostálgico que me partía los sentimientos verte emigrar hacia tu oscuridad.
Cuántas vidas hemos atravesado estos umbrales encontrándonos de nuevo para ayudarnos a crecer y amar. Tu amor siempre fue grande, y cuando no podía ser grande te ibas al silencio de tu golpeado corazón, guardándote para cuando volvieras a estar preparado para querernos.
Quiero que sepas que me quedé con muchas ganas de decirte que te voy a extrañar tanto, pero sé que vos desde arriba vas a poner a Bruce Springsteen a todo volumen y me vas a decir “dejá de llorar Poroto, este lugar es el paraíso, y finamente estoy en paz”.
Eugenia y yo te recordamos con mucho amor, y siempre te llevaremos en nuestro espíritu, junto a la fuerza de Dios para aceptar el haberte perdido.
Te amamos,
Hugo Espósito 1939-2021
Ceci