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Cosecharás tu siembra

Entre mi diseñadora, editora y maquetadora, estoy por armarme un burrito vegetariano con papel de diario. No voy a declarar que mis cuentas están en negativo, ya que no me gusta esa palabra, pero estoy para jugar al waterpolo con pelota de trapo— hecha por mí, lógicamente.

Si hubiera sabido que para publicar un libro tenía que ser famosa, tal vez me hubiera dedicado a las traducciones del chino mandarín; el idioma del futuro. Pero como futuro es exactamente lo que veo…Invierto las pocas pesetas que se pelean entre sí para apostar por mi carrera como escritora.

 

— Ceci, las pesetas no existen más—me dijo mi abuela agarrándose otra vez la cabeza desde el cielo.

 

—Lo sé abuelita, y tampoco las chicas como yo, frescas y sueltas de dinero.

 

Esperemos que esta frescura me lleve a ventilarme con los autógrafos que firmaré en nombre de la deuda astronómica que tendré después de hacerme la linda en la contratapa de mi libro. 

Ay abuelita, si estuvieras viva tus cuentas también estarían en cero, ya que al ser tu preferida me estarías ayudando con todo este asunto de no comer algas marítimas por tres meses seguidos. 

La parte que no entiendo bien es la capacidad que se me fue dada; escribir, tocar un instrumento, tostar el pan parejo y hacer de psicóloga con mis vínculos. Todo esto sin que me hayan enviado una palanca en los medios. No hablo de la palanca de prestar mi cuerpo para lograr un objetivo— si, como lo leen… Esto existe y me lo han sugerido.

Hablo de la palanca que descubrió a Julio Cortázar, la palanca que publicó el primer libro de Harry Potter después de diecinueve intentos, del intermediario que hizo que Jack Kerouac fuera mundialmente reconocido.

Me pregunto si el Universo tiene favoritos, sino hay desgracias como las de Ricardo Arjona que no tienen gollete— y perdón tampoco.

Por mi, quedan todos disculpados, eso sí: City Bank, te recomiendo un seguro contra cliente derrapado. No me vengas a decir que no te avisé, ya que durante ocho años me ofreciste viente mil préstamos sin interés. 

Bueno, ha llegado ese momento…el hermoso momento en donde no saber nada de números te perjudica más a vos que a mí. 

 

— Cecita, el no saber de números te perjudica solo a vos, créeme— me dijo otra vez mi abuelita desde cielo.

 

— No te creas abue, ¿cuánto es 6 + 6? 

 

— Doce mijita.

 

— No abue…¡Es lo que vos quieras que sea!

 

Así me llevo con los números; redondeo cuando me favorece y les beso el trasero cuando cumplen con mi propósito.

Hay que tratarlos así, como un novio que se portó mal y está intentando trabajar para vos en vez de a la inversa. 

Como verán, mucha “ley de atracción” y poca acción, ya que a la hora de pagar, las ciencias duras me han dado un cachetazo financiero que ha dejado mis nalgas al rojo vivo. Lo bueno: que me lo crucé al Papi— mi vecino dominicano— y me ofreció casamiento saldando todas mis deudas de periodista freelance; lo malo: estar casada con él es pasar de la bancarrota económica a la bancarrota espiritual. (no thanks) 

 

— Se puede tener todo en la vida Cecille— me habló OTRA VEZ mi abuelita desde el cielo.

 

Claro, por eso vos estás tomándote un Julepe de Menta con Dios en el edén y nosotros estamos acá, batallando entre casarnos con City Bank o Wells Fargo ( quién aporte el interés más bajo). Pero sí abuelita, en el fondo (casi en el núcleo de la Tierra) tenés razón, y si no pensara como vos, seguiría escribiendo cartas de amor y no relatos cortos para mi querido publico que en cualquier momento me financia el libro.

Tampoco es que mi agraciada familia se ofreció para ayudarme a pesar de todas las sesiones gratuitas que les regalé en nombre del psicoanálisis, pero bueno, pienso que el camino del guerrero es así; solitario y desapegado. 

Mientras tanto les informo a todos mis adorables lectores que sufren de buen gusto…que pronto mi libro será el nuevo evangelio versión 2019 pocket — un resumen veloz y ágil de como llevarse bien con la numérica, la familia, la fama y los siete trabajos que hacen que todo se sostenga bajo un mismo eje.

 

Los quiero un chingo, ¡nos vemos en el premio Pulitzer!

 

 

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