Internacionalmente inconquistada
Anoche salimos sin saber que era el día internacional del potro salvaje, por supuesto que esto no estaba marcado en nuestro calendario, pero al ver la figura retórica de un hombre estoico desfilar por nuestro buen gusto, volvimos al imperialismo, dominación política, física y estomacal.
Yo digo, en vez de pedir nuestros documentos en la puerta, ¿por qué no empiezan a pedir una restricción de pura sangres sin establo?
La injusticia empezó en el karaoke Golden Dust, un lugar que se llama Polvo de Oro no puede ofrecerte mucho, pero ni bien entramos un doberman estaba abrazado al micrófono cantando Billy Idol. ¿Cuántas personas hubieran tenido la suerte de presenciar un acto tan desafortunado como este? Rebel Yell no hubiera pensado lo mismo, y entre la alfombra quemada por cigarrillos, las paredes decoradas con guirnaldas del cumpleaños de Frank Sinatra y las caras de la clientela, nos alcanzó para tomar nuestra próxima decisión: Barbarossa Lounge. En esta oportunidad me encontraba con Mariana de los Vientos, José Gregorio, Rosa María de Mexico, Anca de Rumania y yo, una tipa sin hogar.
Al entrar a Barbarossa, a José Gregorio se le subió la autoestima; gente muy bien vestida, aromas franceses y mujeres de su calibre. En cambio, Mariana y yo sabíamos con exactitud a donde iríamos de luna de miel, y el espíritu navideño se apoderó de nuestra energía chacro sacranial deseando al menos saber de qué país era.
— ¡Ay pero esa barba tiene que ser hindú!
— ¿La barba? ¡Y esos ojos! Si me pide casamiento hasta lo aceptaría sin anillo.
— No nena, debe ser de Egipto, no tiene cara de hindú.
Mientras las dos lo monitoreábamos por si alguien le daba un codazo y lo lastimaban, José Gregorio relojeaba todo potencial asiático del metro veinte para abajo.
— Esa está linda pero es media rellenita.
Rellenita en el mundo de José Gregorio es que le salió un flemón en la barriga. Esta vez no pude contradecirle ya que José perdió su panza y se está volviendo el metrosexual que nunca quise como amigo.
Mientras Rosa María sacaba fotos y las subía a las redes sociales, acerqué dos sillones con mis brazos e hice la bicicleta aérea en un sitio en donde se encontraban los emperadores romanos y la realeza británica.
— Se terminó el show Rosa María, ¡que me quieran como soy!
Si Rosa María supiera que soy así desde que nací, no se hubiera reído con tanto entusiasmo.
Cuando la noche explotó de taco aguja, pestañas postizas y mucho celular en mano, decidí irme, solo para ver que el potro salvaje venía hacia nosotras con un mensaje que le colgaba de la boca que hubiéramos amurado junto al cartel de Barbarossa Lounge.
— ¿Soy yo o me parece que la India viene hacia nosotras?
— ¡Nena, parate derecha, ahí viene! Me dice Mariana lista para el “sí quiero” y el hotel cinco estrellas con pétalos sobre la cama.
No, no venía hacia nosotras, venía hacia mí, y toda la ciclista divertida que había sido quince minutos atrás, quedó enterrada en el cementerio de Mumbai. Nerviosa y asustada por mis poderes provenientes de mi meditación trascendental, lo miré con una sonrisa quebrada y taciturna.
— Perdoname, solo te quería decir que ustedes son las mujeres más divertidas de este lugar.
Se giró y se fue como el hombre inalcanzable que es.
— ¡Te lo dije! ¡Era Egipto!
Solo Mariana de los vientos pudo haber detectado un acento viniendo de ese caudal, yo solo escuché un ruido subliminal que decía: no te elijo, pero sos divertida.
Y en el fondo lo entiendo, no cualquiera puede elegirme, sobre todo con lo sudada que estaba de bailar música electrónica y con lo exigente que soy con respecto a la barba. Muy lindo el look de actor Bollywoodense, pero en casa usamos la rasuradora y deportamos a todo modelo extranjero que nos seduce y abandona en las pistas.
Y entre ustedes y yo, soy de piel sensible y los pelos me pinchan.
¡Un beso en la frente para todos!