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De la Cama al Aeropuerto

Hace dos meses consecutivos que está lloviendo, y ya no sé si estoy perdiendo el color o la autoestima, pero lo que no puede seguir pasando es que el sol no esté en mi vida. 0-800-cama-solar allá voy. En Estados Unidos la gente está obsesionada con evitar la exposición al sol, por ende encontrar un Spa con camas solares es como avalar un suicidio que nadie quiere sponsorear.

Según ellos lógicamente, no yo. Según mi criterio estar pálida como lo estoy es cavarme el nicho directamente. Y como soy una tipa bastante decidida y en mi cultura está penalizado no estar bronceada, brindé por la superficialidad que me habita y me fui derechito al único salon en todo el area de la bahía que tienen camas solares. El salon quedaba en Oakland, la ciudad más peligrosa de EEUU, ¿bronceada con un balazo? not that bad. Como no planeo morirme después de salir de un spa…entré convencida como si subiera al escenario a recoger el Oscar. La chica enseguida captó mi desesperación verde oliva y me vendió un pack de tres sesiones. Yo encantada, de la aceituna al carbon en un respiro. El salon, un rectángulo muy parecido a los lugares en donde se armaba la balacera en el lejano oeste, las paredes, a medio pintar con inciensos de sándalos prendidos mezclados con olor a pata de clientas anteriores. Las puertas de madera rechinando al abrirse y la música de Daddy Yankee en el alto parlante actuando de masaje intramuscular. Que suerte la mía, por verme linda me estoy chutando la session de regaettón más los rayos UV por 100 dólares. — ¿Queres un café o un té? me preguntó la recepcionista, seguramente para que yo pudiera digerir todo el cuadro surrealista en el que me había metido. Le dije que no y me introduje en la cama solar tapándome como si fuera un waffle humano y me estuviera por tostar las nalgas para después echarle Nutella. El qué no sabe de lo que estoy hablando que googlee Waflera. Se venden en Mercado Libre, la maquina no yo. Pasaron 12 minutos y casi me tienen que tirar agua en la cara porque me quedé dormida, el sol me asienta bien, salí contenta de sentir que volvía de Playa del Carmen solamente para corroborar frente al espejo que estaba del mismo color. No pasa nada, me dije por mis adentros, esta vaina incrementa con el tiempo. Como sé de lo cautos que son en este país con los rayos solares, me di la oportunidad de no declarar un veredicto falso y a esperar a que el tiempo y la suma de sesiones me diera las respuestas. En el segundo turno me habían cambiado la recepcionista, la chaparrita tenia uñas y pestañas postizas, maquillaje a prueba de relámpagos y un catsuit— que significa traje de gato. Eran las 2 de la tarde, y yo no sé quien maneja el marketing de este Spa, pero esa chica más que vender servicios para incrementar la belleza femenina te daba una lección de que las cosas podrían estar peor. Me miré las manos por si las uñas postizas se contagiaban y me fui derechito a dormir la siesta. Veinte minutos después salí de la cama bostezando lista para la piña colada y cuando me miré en el espejo estaba hecha un fósforo. ¿Cómo? Está lloviendo y hace 10 grados afuera y Cecilia está completamente insolada. Necesitan regular esa camilla con carácter de urgencia. Hablé con la recepcionista y le expliqué que algo no andaba bien, y ella tan amorosa me dijo que al tener la piel verde oliva absorbía los rayos con más intensidad. No me iba a poner a discutir de dermatología, de mis 100 dólares invertidos y de las letras de Daddy Yankee con la empleada…pero acepto que el salon este empezaba a dar sus frutos en YELP, que es en donde escribiré el peligro de ser incinerado según el color de piel. Yo creo que los dueños de los establecimientos se olvidaron de que un ingeniero astuto creó una aplicación para opinar sobre los servicios que las empresas ofrecen, no sé ustedes, pero mi nombre ya se hizo famoso en ese sitio. Ahora tendré que ser generosa y clavarle un dos estrellas al salon de camas solares. Una estrella por sacarme la palidez y otra estrella por seguir viva, porque entre la zona en donde está y la insolación podemos decir que el destino quiere que siga en este planeta. Lo ideal sería que el calor llegue de manera natural a mi cuerpo, pero yo firmé por San Francisco y hace dos meses que estoy en Escocia. Entiendo que para un escritor el clima favorece su imaginación, aunque en mi caso no hay mucha oscuridad para socavar y no soy de tomar alcohol para ahogar mis penas, por lo que si esto no cambia me tendré que ir de viajes… tal vez esta haya sido la señal del Universo para que Grecia me conozca. Cambio sesión de cama solar por un viaje al aeropuerto, no hay reembolso y recomiendo factor 98. Nos vemos en SFO! Cecilia Castelli

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