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El post doctorado de la calle

En términos generales el signo de Aries se caracteriza por lograr lo que se propone; hay muy pocas cosas que nosotros los arianos no podamos cumplir cuando algo se nos mete en la cabeza. Y salvo lo del novio, el universo ha sido bastante generoso conmigo. Bueno, soy autosuficiente…tampoco es que el cosmos la está remando con mi personalidad; digamos que yo fui la chica CERO en la escuela, DIEZ en la calle. 

¿Y díganme amores míos, qué hacemos con la raíz cuadrada de 44 a la hora de pintar una pared o cambiar un fluorescente? 

Materias que en la escuela no enseñan— salvo que hayas ido al Politécnico, en donde aprendías a edificar una pared de tres metros en una hora. Si hubiera tenido que rendir para entrar a esa escuela no hubiera llegado ni a poner la alarma, ya que me hubiera mirado al espejo y en un tono agudo y desenmascarado me hubiera dicho: ¿a quién crees qué estás engañando?

Mis amigas, que iban al Politécnico, se encerraba todos los fines de semana con la regla T a dibujar mientras yo salía a pasear con todos los autos que le robaba a mi mamá practicando mis talentos en la calle. Por supuesto que se puede tener todo en la vida; un coeficiente intelectual alto y mucha calle, aunque las personas que he conocido con estos atributos pecan de soberbios y los he descartado de mi base de datos de mi estudio planetario. Pero el fin de este relato no es promocionar el maldito Politécnico que me privó de salir con mis amigas durante mi adolescencia, sino más bien…contarles que cuando uno no es ducho con la materia prima, puede exprimir otras capacidades, como por ejemplo: la comunicación. Mi forma de comunicarme viene pulida por mi cultura, la psicología reversa que tuve que aplicar para lograr mis metas, mi familia disfuncional, un gota de manipulación filtrada en mi ADN, y el maravilloso gen de la sobrevivencia, proveniente de mis abuelos que escaparon de la guerra emigrando a la Argentina. 

Les parecerá poco, pero no di el batacazo por un pelo. Un alma sensible como la mía no estaba cortada para este mundo y pulir tanto así de golpe casi me deja finita sin poder atajar los contratiempos.

Pero salí enterita y con los bordes crocantes…”Licenciada en acariciarte el ego hasta que cedas”. Yo intenté por las buenas, pero este planeta quiere guerreros, no iluminados, así que me volví una especialista en negociaciones urbanas. En el amor sigo flojita…supongo que si tengo que convencer a alguien de que me elija mejor me vuelvo al horno para nunca más salir. Ni regla de tres ni leches, tren bala urgente a mi planeta: Ophir. 

Mientras sigo acá, tuve que hacer una llamada de urgencia a la encargada de mi edificio después de comprobar que los azulejos que pinté en mi baño no combinaban con la bañera descascarada que me tocó. Sé que hay países enteros que no tienen para comer y que mis reclamos primer mundo suenan de una superficialidad asquerosa para la elevación espiritual a la que aspiro, pero estoy acá, y la pintura de mi bañera se me está pegando en la planta de los pies y hasta que me entreguen mi casa frente al mar merezco una restauración gratuita. 

La chica que me atendió—más primer mundo que yo— se asustó pensando que le haría un juicio a la compañía por intoxicar mis pies con pintura vieja. Pero muy por el contrario, el timbre de mi voz la invitó a que fuéramos a ver las golondrinas emigrar entre Septiembre y Octubre (dulce y sacando el dos de oro que me enseñaron mis ancestros). Me dijo que hablaría con su jefe para evaluar de autorizar la orden. 

Su jefe, que ya tuvo un encontronazo conmigo cuando no me quiso cambiar la mesada de la cocina y me fui derechito a YELP a arruinarles la reputación, está familiarizado con mi carácter; noble pero tenaz.

Pasaron ocho días exactamente cuando recibí la hermosa llamada del SI. El sí que nunca me dieron en la escuela, el sí que nunca me dijeron mis padres, y el sí que jamás me regaló mi educación. 

Esta semana viene el jefe de obra para evaluar entre cambiarme la bañera o pintarla con porcelana inaugurando la Fontana di Trevi de la calle Chestnut. ¿Alguien necesita qué lo ayude con un polinomio? No claro, porque un polinomio no te va a arreglar la casa ni de coña. En cambio, alguien del signo de Aries que no entiende una goma de números puede que llegue a dejarte un tatuaje en el alma que jamás olvidarás (por no decir una caradura importante). Porque esa es otra cosa que no les dije; al nacer vine sin vergüenza. Imagínense que desafío el que me tocó de habitar en una sociedad tan temerosa como es la humana, en donde hay que convivir entre el miedo y el reparo de hablar con cuidado. 

Les advierto una sola cosa: aprovéchenme ahora antes de que saque escamas en esa bañera y me vuelva a mi sistema solar nadando. 

 

— Ay Ceci, si seguís arreglando ese departamento no te vas a ir más de ahí— me dijo la amorosa de mi madre esperando que la salude desde mi casa de tres pisos. 

 

Pero lo que nadie sabe…es que algún día el departamento 209 será visitado por el hop-on, hop-off…lleno de turistas admirando a una escritora clase media que logró transformar un rancho en un palacio en solo tres años. ¡Hablame de poesía! El arte de existir señores, que sigue puliendo a este diamante en bruto hasta llegar a cristalizarlo y transformarlo en meteorito. ¡Menudo viaje!

 

Buen domingo para todos.

 

 

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