Circovid Reloaded
Doce grados, neblina, vecina embarazada, zombies barbijeados y decoraciones navideñas a punto de largarse a llorar. Claramente se han terminado mis vacaciones. Y menos mal, porque si no me un hago un test de circovid, no me dejan volver a la oficina. ¿Alguien puede explicarme a qué se parece un resultado positivo de una gripe?
No solo que me dijeron que espere cinco días para testearme, sino que además me querían hacer el hisopado.
Qué lindo, de la Rivera Maya a un soborno masivo. Bronceada con un palo en la sien para rastrearme la saliva que pueden obtener de mi boca—la que nos hacen tapar por si contagiamos—.
La cuestión es que si no colaboraba con esta transacción sanitaria, no podía volver al trabajo. Tuve que negociar, y como todavía no tengo un amigo médico que me falsifique el certificado de la estafa más grande la historia, busqué un dispensario que hiciera análisis de saliva (por boca únicamente).
Demás está aclarar que tuve que viajar hora y media para prestar mi cuerpo a esta idiotez, confirmar una cita previa y no tomar líquido media hora antes del examen.
¡Ja! ¿Con que así se quieren adueñar de los resultados cabrones?
Me preparé medio litro de C D S ( c l o r i t o de s o d i o) y me enjuagué la boca y el alma tomando el brebaje antiséptico más avanzado de la medicina prohibida hasta llegar a destino.
Cuando entré al estacionamiento divisé carpas abiertas llenas de astronautas, pero no cualquier astronauta, estos eran menores de edad trabajando de manera voluntaria con un terror Chernobyl en los ojos. Jamás visto. No estaban ahí por el dinero, sino para colaborar con el siniestro sistema sanitario que los explota haciéndoles creer que están trabajando por una buena causa. Una linea de conos interminable, señales de carteles que decían: “no bajes la ventanilla al menos que te lo pidamos” y una cola de vehículos para el autocine.
Hit me! Al llegar a la carpa número uno, me pidieron que baje la ventanilla solo cinco centímetros, la chica agarró un brazo metálico de dos metros de largo con una pinza en la punta que sostenía un kit para un capítulo de los Simpsons; un hisopo, un tubo con líquido adentro, un algodón y un papel con instrucciones de como introducir una bomba de titanio para que explote esta estupidez ya.
Segunda carpa, diálogo:
—(No habla, me hace señales de bajar la ventanilla mientras espera que yo adivine qué me quiere decir detrás de cuatro capas quirúrgicas y la ventanilla subida).
—(Contesto con señales de que no puedo escuchar lo que me dice mientras me golpeo el oído derecho recibiendo el Oscar de mosquita muerta).
—¡Qué bajes la ventanilla cinco centímetros! Me grita como si el problema fuere mi incapacidad para escucharla.
Cuando la bajo, me empieza a dar indicaciones de cómo pasarme el hisopo por la boca, juntando saliva de todos los ángulos posibles, deseando que un pedazo de medialuna de la mañana le llegara también—sumado al C D S que de seguro ya había hecho su trabajo—. Me dijo que cortara el hisopo y lo pusiera adentro del frasco tirándolo en un cesto con el ADN de media población infartada por una gripe.
No me quedó otra que subir el volumen y poner Billy Idol al máximo para reírme de este show sin audiencia. Amándonos por Zoom y comiendo a seis pies de distancia. Manga de imbéciles, les están sacando todo y la gente les sigue entregando más poder.
Así funciona el psicópata, te hace creer que el que está mal sos vos.
Y vos, como no tenés un diploma en psicología, pensás que no te van a manipular porque desconocés las herramientas con las que trabajan.
No sos burro, sos vago, porque la información está al alcance de todos. O sos un negador, que es un vago sumado al trauma de no querer revisar su propia historia personal. A los fines, todos estos parasitos son los que hacen que estemos viviendo como la mona, pidiendo comida por teléfono, saludándonos con guantes y asustándonos cuando alguien tose.
Ahora esperemos que la tómbola del resultado de negativo, ya que dio positivo con el café y la papaya, no sé, tal vez tenga alma de tubérculo y esto me impida volver al trabajo.
¡Buen sábado para todos!
Ceci Castelli