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La herencia de las vacunas

Nunca me consideré una persona antivacunas, sencillamente porque en los años ochentas estas cosas no se cuestionaban, se sabía muy poco, y la gente—en términos generales—no se enfermaba o moría por vacunarse. Crecí sana y jamás me cuestioné la agenda sanitaria que mis padres aplicaron sobre mis adorables bracitos. 

Fue recién en el año 2000 que tuve la grandiosa oportunidad de trabajar con niños autistas, siendo estos los motivos de mi gran cuestionamiento con respecto al incremento de esta enfermedad. 

Descubrí que en el año 2000, 1 de cada 160 niños tenía autismo. Llevándome a evaluar el resto de la tabla: 1 de cada 125 en el 2004, 1 de cada 110 en el 2006, 1 de cada  88 en el 2008, 1 de cada  68 en el 2010, y voilá: en la actualidad en Estados Unidos, 1 de cada 54 niños sufre del trastorno del espectro autista, ¿a ustedes esto les parece normal? 

Uy, pero me olvidé de pasarles el dato más importante: un niño recibe un total de 28 vacunas en los primeros 12 meses de vida. Está claro que ningún padre quiere que su hijo se vaya de este plano con una rubeola, un sarampión o paperas, ¿pero alguien se tomó el trabajo de juzgar los contenidos de estas vacunas con el mismo criterio que juzgaron a las enfermedades?

Sí, claro que sí, los padres que vieron cómo perdían la conexión con sus hijos después de la tercera dosis. Si no me creen, hay un documental llamado V  A  X  X  E  D, qué explica en detalle este siniestro plan por parte del estado. 

Ahora, como todavía no somos mayoría, esta guerra silenciosa la pelean solo algunos, y uno de ellos es Brandy V A U G H A N. Asesinada en su casa este último 7 de diciembre, dejando un hijo de 9 años atrás.  

Brandy trabajó tres años para el laboratorio M E R C K, donde descubrió el turbio negocio de la industria farmacéutica convirtiéndose en una activista y despertando a la humanidad sobre el riesgo de muerte que tenemos al dejarnos inyectar cualquier componente proveniente de estas empresas. Como ella siempre supo con los bueyes que estaba arando, en el 2019 escribió una carta abierta diciendo punto por punto porque ella jamás se quitaría la vida y que no sufría de ninguna enfermedad o tomaba ningún medicamento. Que si algún día aparecía muerta, ella ya había designado a un equipo de investigadores para que sacaran toda la verdad a la luz sobre su muerte.

Cuarenta y cinco años, podríamos haber sido vos o yo, sin embargo como esto no nos toca de cerca, no hace la diferencia, ¿no? Y así estamos, mientras no le pase a nuestro hijo o a alguien de nuestro círculo, los demás no importan. Bueno, hasta hoy. En donde la vacunación ha trascendido la realidad y el letargo de una sociedad anestesiada por la estupidez y la ignorancia, ha concedido al sistema político la obligatoriedad de una vacuna que desconocemos. 

Bienvenidos al 2020,  año donde la raza humana entregó su cuerpo y su voluntad a un grupo de globalistas que juegan al golf con nuestra salud. 

¡Yo no me pienso vacunar! Me dicen mis conocidos—es que no vas a tener otra opción, porque si no lo hacés, no te van a dejar viajar o entrar al supermercado o enviar a tus hijos a la escuela. Y salvo que tengas mucho dinero, vas a terminar en un campo de concentración marginado del mundo pasando hambre y frío. No te matará la vacuna, pero de seguro las condiciones. George O R W E L L  draft número uno. No sigan empujando si quieren que deje de repetirme over and over. 

Si no hacemos algo YA, nos vamos a quedar sin nada, y ese no sería el problema, considerando que mucha gente ya entregó su libertad hace rato; la maldita encrucijada es seguir dándole poder a una minoría, por la vagancia de no investigar cada situación que nos aplasta con sus evidencias. Este karma colectivo cada vez se extiende más, y si no hacés algo para elevar tu consciencia nos estás llevando puesto a todos. 

No sé cómo explicarte desde mis humildes recursos literarios que tu idiotez de negar los hechos de este genocidio mundial, nos va a llevar a todos al mismo lugar: la enfermedad.

No te pido que luches, porque sé que eso no está en tu naturaleza, pero  al menos te pido que te corras de mi camino, que dejes de enfrentarme con tu comodidad y que me permitas continuar con mi batalla: la disputa por la libertad.

 

Ceci Castelli

 

 

 

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