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Votos matrimoniales

Mientras el mundo se cae pedazos, la gente sigue con su vida. Y aunque semi apoyo este proyecto de ignorar bajar la vibración a cualquier precio, hay ciertas cosas que no se negocian.

Recientemente fui invitada a una boda en California, estado del cual me liberé hace tres meses, solo para enterarme de que el que no me quiere soltar es él, los apegos son así, peligrosos.

Muy entusiasmada compré mi pasaje para reencontrarme con mis amigos de Los Angeles, con Jamie Lynn, con mi tía y mis afectos que dejé atrás cuando dinamité a los demócratas for good.

Al terminar de ponchar el plástico para regalar mi presencia a una región que no se la merece, miré la invitación de casamiento y me di cuenta que en la última página decía que para entrar al evento (iglesia, salón, etc.) necesitaba hacerme un test de Kovid84 para compartir mi alegría con 300 desconocidos.

Qué linda que es la seguridad, de repente aparecieron los novios colgados del podio matrimonial dominados por la sumisión y una muerte sospechosa: la invitada.

Él es un buen tipo, honestamente, pero ya de buenos y débiles estoy hasta la zorra. 

Que en uno de los días más importantes de tu vida dejes que el estado dictamine las reglas, me parece que te estás auto convocando para ser un perdedor eterno, eso sí,  con un anillo en la mano y una soga en el cuello—la de tu mujer que de entrada no está haciendo un coño para la relación.

Después se quejan cuando las cosas terminan mal, y yo no sé como explicarles que ignorar las señales es haber empezado como la chingada.

Digo esto porque él está completamente en contra de toda esta farsa, lo cual me hace pensar que esta decisión fue de su futura esposa.

Ay Diosito, ¿te das cuenta que cuando yo digo que la gente se casa por todos los motivos equivocados tengo razón? 

Después el matrimonio se lleva una mala reputación y en verdad son los humanos que destruyen el compromiso verdadero—que debería ser siempre con la verdad.

¿Cómo puedo amar a alguien en serio sino puedo distinguir una gripe de un genocidio?

La decadencia… es el virus, una mediocridad que crece y se ramifica contagiando a una sociedad entera con el temor de ser libres. 

Porque la libertad asusta, llevo 20 años batallando miedosos, esto no es una pandemia, esto es una metastasis de idiotas justificando sus inseguridades a una escala global. 

La pandemia real es la poca introspección humana de no bucear en el interior de nosotros mismos para entender el misterio de la vida. 

Culpando una cadena de sucesos irrelevantes para no tener que hacernos responsables de cargar con el trabajo sucio que implica conocernos.

Estoy flipando de la incapacidad de nuestra civilización de ponerse un espejo adelante y morderse el dolor hasta que pase. 

Tan asquerosamente víctimas que los atropellaría a todos con la misma herramienta que me ayudó a superar el trauma de convivir con una especie tan opuesta a mis valores.

Sin encajar y sin complacer a nadie para hacerme un lugar en este territorio de aficionados al adoctrinamiento.

Una sopa de imbéciles que generan un tráfico pesado haciéndome cuestionar la decisión de reencarnar en este planeta habiendo tantas otras opciones.

Pero acá estoy, deshojando margaritas para que la mentira se acabe y ese casamiento no me pase ni de cerca.

¿Testigo de un fracaso inicial? Ni de vaina, mejor que me agarre en Santa Mónica comiéndome una pizza, en ojotas y con gente como yo, que se tragó un frasco de pastillas rojas y le da la bienvenida al amor 

 

Nos vemos en un mes, adorables amigos del alma.

 

Trinity

 

 

 

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