Elecciones 2020
Hoy voté, y cuando llegue al predio me recibieron astronautas de izquierda listos para defenderse de una bomba nuclear—creada por ellos, claro. Por lo menos me quedé tranquila de que conocen sus propias armas. Lo que desconocen es la ciencia detrás del organismo humano que sabe defenderse de mentiras baratas listas para la vacuna del olvido.
Tenían tanta protección que no los podía escuchar cuando hablaban, producto de un aislamiento para una guerra de zombies.
Voluntarios en las mesas electorales vestidos para ir a la famosa luna donde terminaremos todos si este planeta sigue sin criterio.
Creo que ni Dios me hubiera escuchado si me hubiera disfrazado así; dos bozales, una vincha plastificada y guantes de látex. La operación más grande de la historia: ingeniería psicológica.
Cuando me tiré en la camilla para batallar con los elementos del sistema, me aseguré de que no observaran ni por asomo el partido que ellos quieren ver degollados en su living room, porque el amor que ellos predican es así, gentil.
Quieren repartir las riquezas entre la humanidad pero te decapitan si no pensás como ellos. Supongo que esta es la libre expresión que ellos mismos censuran.
Tan harta de toda esta manipulación, metí mi voto en la urna y me hice la señal de la cruz, tanta maldad no puede ser salvada solo por la mitad de la población, una intervención divina tiene que rescatarnos de este genocidio.
Y si bien creo fehacientemente que el poder está adentro de nosotros y no en el estado, estamos a años luz de una evolución personal hacia la verdad. Por lo que me me sentí obligada a cumplir con el deber civil de acercarme al partido que más me representa.
Me despedí del corral de ovejas a punto de ser intervenidas genéticamente y hoy se desata el nudo mundial del futuro de nuestra especie.
No voté solo por un candidato, voté por mis derechos, por la constitución, por decidir cómo y cuándo quiero morir, por respetar la libre opinión sin censura al que no piense como yo. Voté por la humanidad; ni por los negros, ni por los blancos, ni por las mujeres, ni por los hombres, ni por los niños. Voté para que la separación que el sistema creó para dividirnos se termine, voté para que finalice el tráfico de personas, voté por el núcleo familiar, que es la base del amor para que nuestra inocencia esté protegida. Voté por el trabajo y no por los planes sociales, voté para que la violencia sea penalizada y la justicia cumpla con su rol. Voté por la finalización del adoctrinamiento y por que utilicen la historia para enriquecernos y no para plantar ideologías. Voté para que respeten nuestra creatividad y puedan valorarnos por quiénes somos y no por lo que quieren lograr de nosotros. Voté para que se termine la programación predictiva y la corrupción. Voté para que la agenda mediática no influya en nuestras decisiones pudiendo así aplicar la maravillosa herramienta de la búsqueda desde nuestra intuición y no nuestra programación.
Voté por la unión, el compromiso y la lucha de valores que quieren destruir para reemplazarlo con unos padres que deciden por nosotros sin darnos voz ni voto.
Voté por la libre circulación y el aire puro, por elegir cómo me quiero cuidar de una enfermedad sin ser obligada a hacerlo de la manera que ellos quieren. Voté por información alternativa y freedom of speech, por medicina prohibida que no se blanquea para que nos curemos sin depender del terrorismo sanitario.
Voté por miles de médicos que han sido bloqueados por defender la ciencia detrás de esta guerra biológica.
Voté porque el ser humano despierte de este letargo de siglos de ignorancia, de esta adicción tecnológica sin fines morales.
Pero por sobre todas las cosas, hoy, tres de noviembre de 2020, voté por la verdad, el amor y la libertad.
Cierro los ojos, y veo el paraíso del cual soñé antes de bajar a este mundo.
Ceci Castelli