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Estado civil: libre.

Hoy vi a una persona con un tatuaje en el hombro con la marca de la vakuna. Además de observar su sobrepeso que batallaba entre el grafeno y las arterias tapadas.

¿Podrá alguna vez la televisión programarnos a nuestro favor?

¿O nos van a querer gordos, enfermos, desconcentrados y pobres hasta despoblarnos por completo?

Cuando terminé de tomarme el té, también pude ver que se bajó el bozal y se prendió un cigarrillo. Después le dicen Delta. O trombosis pulmonar, o Quedate en casa, o Salvá vidas.

Y yo quisiera gritarle a esta gente a que llamen a las cosas por su nombre: flúor, grasas transgénicas, radioactividad, vakunas, alcohol, tabaco, marihuana y la interminable lista creada por el mismo sistema que dice “cuidarte”.

Te han cuidado tanto que te educaron para no cuestionarte nada.  Confieso que hay que darle crédito a estos señores, a mí me llevó 30 años convencerla a mi madre para que sacara la canción Para Elisa de su contestador automático (cómo odiar a Beethoven en 15 llamados). 

Pensar que ahora hace dos años que no la veo, no porque no pueda viajar, sino porque me niego a someterme a las reglas de un hisopado nasal, o en su defecto, a cualquier tipo de testeo que ponga mi inteligencia en peligro.

A mucha gente le parece un delirio mi postura, porque total, es solo un hisopado, ¿no?

Para los que no saben un coño de historia, así empezó la segunda guerra mundial. 

Y empezó porque la gente cedió. Creo que ni los animales tienen tan poca memoria, estoy segura de que si a una leona le matan su cachorro, jamás volvería a la escena del crimen. 

Nosotros no solo que volvemos a repetir actos de genocidios históricos, sino que además, también repetimos los mismos errores dentro de las relaciones, el trabajo, la familia, etc.

Y he llegado a la conclusión, después de observar a los humanos practicar “cómo no aprender nada con el tiempo”, que la programación es tan fuerte que ni las obviedades que ponen en riesgo la vida, pueden ayudar a una persona a que cambie de parecer. Que en el fondo significa desechar lo que ya no sirve para crecer y evolucionar.

Estamos en una generación donde el ser humano se ha apalancado espiritualmente, prefiriendo estar solo a enfrentarse con cualquier persona que lo ponga al descubierto con sus miserias (o su vulnerabilidad).

Cargando una dislexia emocional que lo mantiene exento de hacerse responsable de que está roto y equivocado.

La pérdida de libertad es interior, y eso es lo que se ha propagado. Porque son tantos los temerosos que no pueden vivir desde el alma, que el mundo se ha topado de genios que no saben amar, pero que son premiados por un sistema que los convence de que van por buen camino.

¿Les dije? Mi salida será una grandiosa, donde veré todos mis escritos desde el cielo como un contrato de cierre con esta escuela de mediocres, donde encontrar una persona con mis valores es una puñetera eminencia.

Por favor que nadie empiece con que tengo pensamientos suicidas, ya que la mitad del planeta se está vakunando y nadie apunta a esa gente con el dedo. 

Lo mío es puro snobismo, ya que no recuerdo haberme muerto y vuelto a nacer, aunque sé por puro instinto que lo hice unas mil veces, sino el existir en este plano tan disociado y complejo sería una locura.

La vibración en esta dimensión es tan baja, que hasta puedo lavarme las patas con el egoísmo de la gente.

Afortunadamente bajé con un receptor inclinado hacia la escritura, la música y el humor, sino mi calvario de no poder habitar un camino solitario sería triplicado por el contagio de la estupidez humana. 

Segregada del resto, por falta de interés en valores que superan el intelecto. El sendero cada vez más fino y exigente, donde la pila de libros que hacen estragos con mi tiempo libre, me pide perdón por no estar a la altura de la circunstancia, una que descartó el progreso humano como parte de la agenda.

Celebro con los pocos que se reconocen en este canvas semi destruido, intentando reparar un pedacito de historia de los que amamos la libertad y haríamos cualquier cosa por ella.

 

Onward!

 

Ceci Castelli

 

 

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