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Amores perros

Hace muchos años que me tiran los perros, pero nunca un Rottweiler.

El atentado sucedió ayer en mi barrio cuando a las tres de la tarde una señora pasó caminando y me vio sin el bozal. Yo iba con mis auriculares a todo volumen para no escuchar la lección del zombie número cuatrocientos, pero aparentemente los liberales afinan su percepción solo cuando quieren lograr su objetivo—jamás hacia la verdad.

Al verla con el trapo en la boca, ella detectó en mí la observación de un aplastamiento neuronal  por su parte, y al carecer de un coeficiente intelectual alto a la hora de estar segura (de la protección del barbijo y de sus ideales), me tiró la bestia en las piernas teniendo que improvisar un salticado que casi me cuesta la vacuna del tétano y una hospitalización con su estupidez. 

El pobre animal sinceramente no tuvo la culpa, pero tuve que defenderme varias veces con una patada de Taekwondo punta verde del año 1996. 

Sabía que en algún momento esa maldita actividad iba a dar sus frutos. 

La batalla terminó con un Bandal chagi y ella jalando la correa gritándome que por qué no me ponía la máscara. Recuperé mi aliento combativo y le dije: — Porque es para que estés callada, SO SHUT THE FUCK UP! Y si tu perro me vuelve a tocar, nos vemos en la corte, ¡vieja loca!

 

¿Hasta cuándo suficiente es suficiente?

Antes lidiaba con las ovejas, ahora con los perros, sumado al acoplado de zombies que me disparan con su vigilancia cómplice de un sistema que los esclaviza para mantenerlos con el fraude de la inclusión. 

No puedo más con esta gente, lo juro. De repente me vi en el papel de Juliette Lewis en “Asesinos por naturaleza”, apuntando a esta señora con un MG3, no soy una persona violenta, pero si ayer no me hubiera defendido, la agredida hubiera sido yo. ¿Poné la otra mejilla? Que tal un buen guantazo para un cambio. 

Manos a la obra liberales, si no pueden respetar mi libre albedrío es que de seguro estamos en guerra. Entiendo que los globalistas no quieren que seamos libres, pero ya que mis vecinos contribuyan para ejecutar sus planes sobre mis derechos, es que se ha ido todo al tacho. 

Entiéndanme, vivo en el epicentro del rebaño, donde hay un odio acumulado hacia el desconocimiento jamás visto. 

Esta gente no sabe de historia y proclama un modelo socialista; se han horrorizado con el holocausto y si pueden te harían desaparecer por no pensar como ellos; piden a gritos que asuma un presidente que cuando trabajaba como senador aprobó leyes supremacistas, violó a su hija, abusó sexualmente de Tara    R e a d e—miembro de una parte de su gabinete como senador—, y tuvo un debate con la candidata elegida para su campaña:  K a m a l a   H a r r i s , donde ella lo acusó de haber sido molestada sexualmente por él.

Como dijo Queen, Show must go on, supongo. Ya que no tenemos otra opción que reclinarnos en la silla eléctrica y dejar que los vatios nos atraviesen sin interferir con la potencia de la imbecilidad humana, contaminada por la desinformación, el mainstream y la comida chatarra.

Es cierto que la política es sucia, pero la del viejo Joe llena todas las casillas; pedófilo, burro académico, financista de los lobbies, contribuyente a declarar Las Malvinas inglesas, amigo de los chinos y enemigo de la trasparencia. 

La superficialidad de la izquierda jamás dejará de sorprenderme, porque si una pichi como yo pudo investigar sobre este sujeto, cualquiera tiene acceso, a este punto es una cuestión de supervivencia más que de recursos. 

Tenemos un candidato postulado para la presidencia del país más importante del mundo con una aneurisma a sus cuarenta años que lo dejó con reminiscencias cognitivas sin recordar en que estado se encuentra cuando sale de campaña. Pero los egresados de Harvard lo votaron, y los de Stanford lo tienen en una pegatina en su coche.

Es parte del plan, erradicar el pensamiento crítico para que domine una sola corriente destructiva llamada “adoctrinamiento social”. 

Necesito un viaje urgente, tal vez uno que me lleve a un paraíso rodeado de agua y selva, lejos del ruido mediático, la estupidez social irremediable y los demócratas tocando bocina pensando que el viejo con Alzheimer es el nuevo presidente de Estados Unidos.

A lo mejor Tulum es un buen destino, donde finalmente podré enterrar los pies en la arena, abrir un libro de Cortázar y leerte el capitulo siete al oído.

 

Ceci Castelli

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