Miami Vice
No soy de subirme al coche y manejar una hora para ir a Miami, al menos que el mundo esté por acabarse por la próxima estafa: el factor climático. Si me van a engañar por enésima vez, al menos que me agarren bailando. Sin bozal y discutiendo con el DJ para que no me atraviese las venas con el maldito reggaeton.
La noche era casi perfecta; 18 grados, un viento de 60 nudos p/hora que casi me vuela el pañuelo a la chingada enganchándose con el bafle y yéndome de hocico en la pista del lounge en Brickell. Vamos, una Isadora Duncan versión “morí bailando”. Y entre el pañuelo y los tacos de 5 cms sobreviví de milagro. No porque no sepa dominar la elegancia femenina de soportar el dolor al precio de verme bien (ADN Made in Argentina), sino porque hay que aguantar tantos diálogos superficiales en nombre de la sociabilización.
Siglo XXI: o me suicido con la página número 37 de “Rayuela” o finjo morirme con el ácido de la limonada que me tomé en el naufragio de las pinches interacciones.
Empecemos por el principio, como hace poco que me mudé a Florida, mi agenda explota de silencios intermitentes y amigos que no tengo. En el afán de gozar de mi compañía hace 40 años, ella y yo nos pegamos una panzada de pochoclo y cine los fines de semana que me siento casi obligada a no salir para no atravesar la tragedia de los vínculos humanos.
Pero anoche dije, basta, alguien tiene que ceder, y claramente mis pantuflas no van a tomar la delantera.
Me puse un jean y mi campera con olor a “cuántas veces más nos vamos a sacrificar”, y salí conduciendo para una de las ciudades más queseras del planeta.
No soy partidaria del narcotráfico, los zapatos blancos, la camisa corta pecho y los autos de alta gama, pero desde que la plandemia atacó nuestra sociedad, casi que lo celebro. A esta gente le vale madre todo, ¡cheers! O mejor dicho “santé”, ya que el evento de anoche estaba lleno de franceses. Estoy afiliada a una organización llamada “Internations”, que es un rejunte de huérfanos ex patriados que necesitan insertarse en su nueva ciudad, sea por falta de sexo, amigos, contacto humano o networking. La reunión fue en Saam Lounge, un lugar con las luces bajas, los hombres tapándose las arrugas detrás del whisky y mujeres con tantas lentejuelas que me vi en el Moulin Rouge—sin Paris y sin Nicole Kidman, claro. Me hice de 9 amigas, todas me pidieron el número de teléfono, pasé de Alfonsina Storni a Susana Giménez de un tirón.
Bailando, comiendo pizza y aplaudiendo a los Gypsy Kings.
Mientras me defendía de un posible esguince de tobillo bailando flamenco con mi tacones anti flamenco, se me acercó un mulato que podía tener 20 años como 100 mil. Sinceramente no tenía ganas de interrumpir mi cardio nocturno para escuchar a un hombre deshojar margaritas promocionando su estado civil de como él es un buen candidato y ninguna mujer lo ha descubierto.
Dejame adivinar, dijo mi sarcasmo, ¿no tendrías que haber nacido?
—¿De dónde sos? Me preguntó él, innovando en el campo de cuestionarios.
—Argentina, Rosario.
—Ah, la tercer ciudad más grande de tu país.
Hay que darle crédito al moreno, muy poca gente que no es de Argentina sabe esto, primer y único poroto de la noche.
—Así es, good job, veo que te gusta la geografía; yo me la llevé a marzo todos los años, así que no me digas de donde sos por que tal vez piense que está en Atlantis.
—Soy de San Francisco, al norte de California.
—Jodeme, yo viví ahí 9 años, me escapé por culpa de los demócratas. Decime que vos no sos uno de ellos sino voy a tener que empujarte de la terraza.
—No, soy independiente. ¿De qué trabajás?
—De contestar preguntas aburridas a hombres que buscan una mujer exitosa para no tener que mantenerlas económicamente. ¿Vos?
—Soy piloto de American Airlines.
—Te invito a que te tomes una avión y nunca más vuelvas.
No quise ser ruda, pero a esta gente hay que cortarla de cuajo. Con una navaja sólida y penetrante, mi víctima se mantuvo alejada hasta que partí.
Podría decir que fue una buena noche, hasta que llegué a casa y me dormí con los pies adentro de una palangana con agua caliente y sal.
No está tan mal para una chica que le gusta escribir y es de poco salir.
Buen domingo para todos, menos para el piloto vacunado de American Airlines (slight cough).
Ceci Castelli