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French & Famous

Se tituló el nombre del evento al cual fuimos invitadas. Con ese nombre, claramente la mitad de la fiesta estaba en bancarrota. No quieren que los moleste con mis teorías de La Ley de Atracción, pero este es un fiel caso del maldito algoritmo celestial. 

La fiesta fue el viernes en un hotel llamado Nautilus, en South Beach, Miami. Supuestamente los organizadores eran franceses, aunque dudo que tanta chabacanería perteneciera a uno de los países más finos de Europa. 

Mujeres semi desnudas con pintura fluorescente bailando junto a los tambores tocados por hombres con el torso al descubierto. El aire acondicionado en 34 grados en una de las ciudades mas calurosas del mundo, y mucho olor a colonia barata y curry. Cincuentonas con Botox y cejas tatuadas, usando vestidos largos y elegantes como para tirarlas a la hoguera y prender el pinche evento on fire.

Edad promedio: 60. 

Hombres bajo los efectos de la efedrina mirando cada tajo que pasaba y revolcándose visualmente con las bailarinas semi desnudas, hartas de ganar tanto dinero entregando su autoestima. 

Pero lo único que importaba estaba en orden: la música. Gloria a Dios por la DJ. Una diosa de 1,80 que llegaba a los 25 años a los arañazos, tan agotada—como nosotras—de ver a los jubilados pasear por su escote y desear llevársela a la cama por el simple hecho de conducir un Mercedes Benz.

Mi amiga, en ojotas, yo, en unas sandalias informales con seguro contra terceros por si me pegaba un guantazo con el Deep House music.

Dos horas de cardio, tres conocidos en común y 1 litro de agua después, un cubano me invitó a la barra a tomar un trago. Por supuesto no antes de preguntarle a mi amiga si yo consumía drogas y de pedirle su número de teléfono para tener sexo casual. Esto no lo dijo él, sino mi prejuicio quemado por la superficialidad de los tiempos que corren.

Al llegar a la barra nos pusimos a hablar de política y nos divertimos mucho porque como todo cubano, un seductor sin fronteras. Panzón, extravagante, bullshetero y del maldito signo de Acuario. Debería haberlo eliminado por esa simple banalidad, pero mi nivel de tolerancia es de Mateo 25:31-46. 

Nos quedamos hasta las 11:30, que fue cuando el vapor del sudor topó la fiesta y más que un evento, parecía que estábamos en los vestuarios de el clásico de River y Boca.

A pesar del desafortunado “age gap”, fue una buena noche. Bailar no es un dato menor en mi escala de estímulos, es una descarga que canalizo por no poder soportar los diálogos infinitamente aburridos de gente sin  propósito. Enterrando mi atención con sus conquistas laborales como si yo fuera la responsable del reporte de producción bimestral de estos cavernícolas. Shoot me!

Me fui a casa, me di una ducha para sacarme tantas miradas de encima y me fui a dormir como un angelito. Al día siguiente recibí un mensaje del cubano, que al emborracharme con agua Fiji le di mi número de celular.

 

—Hola diosa, ¿nos vemos esta noche?—me dijo el carismático.

 

—Dale—le respondió la mujer más desinteresada del planeta Tierra.

 

—Ok, te paso la dirección de un bar cerca de casa que está muy bueno.

 

Así arrancó la conversación, pero esto solo fue un adelanto. Le dije que ni de coña me iba a Miami a encontrarme con él, que si quería, que viniese él para mi zona  (a 46 minutos de donde él vive).

Y esta fue su respuesta:

 

—¿Me puedo quedar a dormir en tu casa? No tengo auto y un Uber de vuelta me sale mucho dinero.

 

Estoy segura, ni la madre Teresa podría haber sobrevivido a este comentario.

Debería existir una cláusula que diga: personas miserables reservarse el derecho de opinar. 

Un caradura importante sin pelos en la lengua, ni plata, claro. 

Pobre y sincero. Francamente le dedico este relato, ya que en una ciudad como Miami, va a estar soltero de por vida sin dinero. 

Aunque hasta en Bangladesh lo hubieran crucificado a este, ¿sin auto en un primer mundo? En mi mente ya rodó por la colina en el mensaje número 5. Igual siempre lo miré como amigo; ojo,  creo que él también, ya que querer tener sexo en un sillón ajeno con una mujer que lo descartó en los 1900, deja muy poco para la imaginación. 

A tu salud Juan, ¡por un futuro juntando algodones en Maharashtra! 

 

Buen domingo para todos, 

 

Ceci Castelli

 

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