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Querido 2019

Empezaste bastante mal, si te hubiera tenido en frente hubieras rodado por el precipicio suplicando perdón, pero siempre supiste que no te dejaría morir, porque necesitaba que arreglaras el kilombo que habías armado en el jardín de mi equilibrio.

De enero a mayo me arruinaste la vida, pero cuando finalmente llegó el verano, tus imprudencias comenzaron a desteñirse y me vi renaciendo de nuevo. 2019, fuiste un tipo jodido e implacable, y si no me hubiera cuidado un poco, hubieras rasurado mis venas con tu arrogancia. Me atropellaste durante cinco meses, vi tu chasis golpeándome los sentimientos como si gozaras de que una escritora novel se muriera antes de ser famosa. Atajé tu inmadurez con mucha velocidad, y para cuando creíste haberme enterrado, salí folkloreando de tu cementerio habiendo sobrevivido a una pelea callejera que casi me deja en la ruina.

Me sacudí la tierra de encima y nos dimos la mano, me diste tu palabra de que esta sería la última vez que me harías sufrir. Para Junio las cosas se enfilaron y enmendaste el daño regalándome a la mejor editora que uno podría haber pedido: Marian Ruiz. Una tan buena que al leer esto, no le va a quedar otra que perdonarme todos los errores gramaticales y darme un abrazo por el hijo recién nacido, mi libro.

Julio llegó con un viento fuerte de cambios, tiempos de mucha concentración y tal vez una lordosis por haber estado sentada explicándole a mi editora qué había querido decir con tal y cual frase, en las miles de correcciones que llegaban a mí como bolas de fuego conmemorando a cada una de mis profesoras particulares.

Fue un trabajo arduo, me vi rindiendo lengua y literatura tantas veces que todavía no sé como no fui asesinada por un prefijo. 

A pesar de que nos habíamos reconciliado, te escuché reírte de mis equivocaciones, 2019. Sufrí más multas de tránsito que cualquier otro año, defendiéndome en la corte con una falacia que no predomina en la justicia. Tuve que ponerme la capa de abogada, el delantal de cocinera y el overol de mecánico. Una máscara para no intoxicarme con pintura y mucha garra para no hacer un grafiti con mi propio testamento. 

Varias veces te mandé a la chingada 2019, salvaguardándome en el horóscopo chino pensando que tal vez era culpa del cerdo de tierra, pero tu insistencia se había clavado en mi calendario y sentí que si no te atravesaba no me autosuperaría. Tantos manuales para armar cajoneras y ninguno para aprender a navegarte, 2019.

Me lo pusiste chungo, pero te di un chirlo a tiempo y creo que esto saldó nuestra relación.

Llegó Noviembre y la lluvia limpió las heridas acercándome a la recta final de mi embarazo: Querido estado civil.

Si me lo hubieras contado no te hubiera creído, 2019, porque la arrogancia hace que la verdad se oculte bien lejos de la perla escondida bajo el monstruo que te habita.

Me liberaste en Diciembre, dejándome correr solita sabiendo que nuestras discusiones me iban a sacar buena; vos querías una guerrera, no una mujer a medias. 

Y un día, como cualquier otro día, esa chica a la que tanto peleaste te firmó un acuerdo: antes de que se terminara el año le darías todo lo que se merecía. Te quedan trece días para regalarme la casa frente al mar, 2019.

Shoot shoot bang bang, festejemos que nos queda un peldaño para alcanzarlo.

 

¡Gracias por todo!

 

Cheers!

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