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Psicología barata

Freud se murió a los 83 años y hubo una sola cosa que no pudo resolver: qué quieren las mujeres.

Lo menciono a Freud como a cualquier otro hijo del sistema, porque a pesar de admirar su riguroso conocimiento sobre el comportamiento humano, fue un esclavo del adoctrinamiento. Donde recortó el alma, Dios y todo lo que no se ve—como buen científico hijo de la educación.

Sigo sin ser entendida, pero asumo que esto último es debido a la inanición de espíritu de nuestra sociedad, una que hace muchos años está debilitando al hombre y masculinizando a la mujer. 

El hombre fuerte, con carácter y decidido, está en extinción. No es casualidad que una mujer fuerte lo intimide. Y ya sabemos como opera la naturaleza, cuando algo está en desequilibrio, se autodestruye. Bienvenidos a la década donde los géneros han perdido su esencia, y ahora en vez de masculino o femenino, seremos “autopercibidos”.

Chicas, no esperen que un hombre pague la cuenta; muchachos, suerte con el resentimiento femenino.

Admito que la tengo bien chunga, porque soy una mujer fuerte y quiero un caballero al lado. Nunca sentí que por ser decidida tenía que renunciar a tener un hombre seguro conmigo. Siempre pensé que eso significaba un buen equipo, ya que mi idea de “relación” tiene que ver con la unión, no con la competencia.

Pero la falta de intimidad, profundidad y compromiso de esta era, está destiñendo el futuro en un panorama de divorciados, promiscuos y ateos para el suicidio. 

Cuando digo fuerte, no me refiero a la “fortaleza” de las feministas, que en verdad es rencor y pobreza de carácter. La fortaleza de la que yo hablo es una que proviene de la fe, que no se quiebra y se resiente cuando las cosas no salen como ella quiere. Es una que está anclada en la consistencia, no en la intermitencia de las emociones. Y por sobre todas las cosas, es una que tiene palabra, y sus acciones reflejan sus resultados.

No voy a mencionar a la integridad, ya que si hemos destruido los valores más básicos de nuestra escala evolutiva, pecaría de exigente en un mundo de inmorales. 

Tampoco voy a echarle la culpa al siglo XXI por estar soltera, pero mi particularidad, ha coincidido con pocos.

Y como la soledad es mi aliada, prefiero comer pochoclo sola a que debatir puntos de vista hasta la hartazgo con alguien muy distinto a mí.

Good luck with that! Me dijo mi amiga Jamie Lynn tomando apuntes de la decadencia social de los últimos años.

Pero como creo más en el destino que en la suerte, me siento una afortunada por no encajar en un planeta que se fue al tacho hace rato.

Por eso lamento que Freud no se haya cruzado con una tipa como yo, tal vez su análisis hubiera sido uno bien distinto, ya que mi autenticidad deja poco margen para el misterio y la psicología.

Pero claro, de eso se nutre el empobrecimiento que estamos viviendo: el juego del gato y el ratón, en donde jamás nos abrimos para compartir nuestra vulnerabilidad y terminamos siendo inalcanzables para el ojo del ego.

 

Ceci Castelli

 

 

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