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A. Garchetti

 

No soy de escribir de mis citas al menos que sucedan dos cosas: se porten como la chingada o me supliquen que escriba sobre ellos. Este candidato reúne las dos instancias, unas que casi se superponen entre sí ya que si uno obra mal no le gustaría que lo regañen por ello, pero a mi víctima además de gustarle el aplauso escénico— ya que es actor —también se ve que le gusta la mirada pública,

o mi psicólogo imaginario diría: o que hablen de él a cualquier precio. Supongo que Freud lo mencionaría como aflicción del ego. Lo cierto es que por respeto a mi cinismo decidí no escribir sobre nuestra cita, pero él insistió en que por favor lo hiciera cambiando su nombre. Le dije que yo no escribía…que incineraba, a pesar de la aclaración él de alguna manera quería sentirse elogiado por mis cascotazos literarios. Así que señores y señoras, bajo el consentimiento de mi candidato y el pésame de mis ángeles guardianes, acá va. En el mes de Mayo me tuve que ir a Rosario, mi desafortunada ciudad natal, a solucionar algunas cosas médicas, sinceramente a pesar de tener muchos de mis afectos ahí hubiera preferido evitar el encontronazo con mi ciudad ya que mi ex novio es de ahí también. Pero en cambio, al llegar me recibió el amoroso mensaje de texto de un seguidor de mi programa radial cuando vivía en Argentina y un lector de mis columnas semanales. — ¿Estás en Rosario?! ¿Hasta cuándo te quedas?! Cualquiera que entienda un poco sobre el comportamiento humano diría que estaba repitiendo un patrón—científicamente hablando. Pero espiritualmente hablando el Universo tenía un regalo mucho más grande que cualquier decepción: A. Garchetti. Un tipo de un metro noventa, 45 años, soltero, sin hijos y actor. En las fotos pasaba con un 7,50… y por las pocas palabras que intercambiamos virtualmente llegaba al 6. No le puedo dar más porque en nuestro breve diálogo noté un halo de un tipo muy Kafkiano, oscuro y sombrío. Aún así, no soy de juzgar sin la apropiada recolección de datos. Quedó en pasarme a buscar por el departamento que había alquilado y nos fuimos a caminar por la costanera a lo Juan Carlos Baglietto y Silvina Garré. Toda una cosa muy folklórica con el churrero de fondo mientras llegábamos a Davis para mirarnos de frente y analizarnos como dos criaturas de diván. La pasamos muy bien y a diferencia del tipo detrás de la pantalla lo vi muy espontáneo, halagador, fresco y ruiseñor. ¿Será mi destino terminar con un rosarino? me dije por mis adentros. Me acompañó hasta el departamento y lo invité a que subiera y observe las vistas descomunales al río que se veía de mi torre número 13. Pero a A. Garchetti no lo importaba la vista, ni el piso, ni el río contaminado en donde las palometas nos cantaban una serenata, él se me acercó y me besó sellando el comienzo de mi estadía en Rosario— la ciudad que no me hundió pero que estaba cerca. Debo admitir que mi entusiasmo escaló estrepitosamente, no cualquiera te besa así, con un metro noventa de delicadeza. Se fue y al otro día me invitó a cenar Sushi, prometió pasarme a buscar a las 9 de la noche mientras yo me despedía de mi amiga Daniela y de paso se lo presentaba. Cuando ambas bajamos para recibir al actor, el muy gracioso estaba esperándome en la puerta con el auto con más tierra del mundo, cualquiera que entienda un poco de cine hubiera jurado que lo usaron de doble en la película Indiana Jones— El Templo de la Perdición. No solo que el maldito rodado estaba cubierto de polvo sino que también tenia excremento de paloma en el parabrisas, y como si fuera poco, al entrar también tenia tierra en el tablero. Para sumar puntos y enviarlo al desguace sin su autorización también tenia pelos en el asiento y un olor a perro viejo que mi abuela hubiera jurado que lo utilizaban como peluquería canina. Resulta que él tiene un perro, aunque nunca pensé que aplastado y viviendo adentro de la guantera. Cuando me subo a la carroza y voy contando los gérmenes que se beneficiaran de mi trasero limpio y educado miro que el tanque de nafta está en rojo. Eran las 10 de la noche, y pude verme en tacos empujando un auto sucio en Avenida Belgrano porque nos quedamos sin combustible, lo que no pude hacer es imaginarme en la ciudad más peligrosa del país ligándome un balazo a costa de su negligencia. — Estás sin nafta, ¿lo sabés, no? — Sí, sí, es el tanque de reserva que recién prendió, no pasa nada. Organizados abstenerse, la improvisación corre en la vida real del artista también. Mientras el conducía al restaurante yo contaba las bolitas del Rosario que tenía en mi cartera y pedía que por favor no nos quedáramos en la cuneta de algún barrio peligroso. Soy una chica linda, no puedo dejar que vendan mis órganos a cualquier precio. Cuando llegamos al restaurante él me dijo que yo eligiera por los dos ya que soy de comer sushi seguido, pero cuando lo hice, dijo: ¿No es demasiado? Y yo le quería decir…¿qué cosa? ¿El auto sucio, el asiento lleno de pelos, o el tanque sin gasolina? Después de todo…eran 40 piezas de sushi contra una noche en sulky. Sobrevivir ya era un milagro. Se tomó un litro de cerveza mientras yo calculaba que con esa ingesta podría haber pagado el lavadero antes de pasarme a buscar. Prioridades welcome. Pensarán que esto ya fue suficiente, pero soy una chica que debe agotar todos los recursos, al menos hasta dar con ese perro que llevaba escondido en su auto y hasta el día de hoy es un misterio. Hablamos mucho de lo importante que era para él que una mujer no envejeciera— aún cuando vaya en contra de la ley de gravedad— y que francamente nunca le preocupó estar soltero (ni seguir estándolo, claro). Me contó que lo que lo inspiró a ser actor fueron Les Luthiers, y a pesar de la fineza de su elección al otro día me envió un mensaje diciendo: — ¿Siesta y después garche? seguido a los emoticones de una berenjena y un durazno. Supongo que todos tenemos un Alberto Olmedo adentro, lo que no nos esperábamos era que la vulgaridad tomara las riendas y El Templo de la Perdición (su coche) me atropellara una vez más. Cualquiera podría evaluar esta cita como una tragedia, pero para mí, una yogui sin kimono, fue una brillante señal del Universo para terminar de cerrar una etapa con Rosario y sus habitantes del sexo opuesto. La cuenta fue algo así: mi ex novio me despedazó el alma, este el intelecto, creo que el montaje salió redondo y los actores cobraron su merecido. Ahora por favor les pido que entre todos juntemos unos mangos y llenemos ese tanque para que nuestro protagonista no se quede a pata limpiando el parabrisas! Nota al pie: No te lo tomes personal, sabes que te quiero.

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