INXS
Como me estoy quedando sin cosas por hacer me miré todos los documentales de música y por supuesto que di con el grande de Michael Hutchence, otro novio que se me escapó por andar de cuarentena, y bueno, por llevarme veinte años. Muchas novias, alta promiscuidad y una generación que nos separó por dos décadas. Hoy solo puedo acariciar la pantalla mientras te escucho y enterrar los arpegios en mi mano intentando llevar tus melodías a mi guitarra en liquidación y mi voz de no famosa a las redes sociales. Ay Miguelito, si hubieras vivido en esta época te hubieras suicidado por culpa del reggaeton, y la prensa seguro que hubiera culpado a tu depresión asociándola con tu vida de rockero sin sentido. O a lo mejor al coronavirus, que está más de moda que tu album Kick cuando estuvo primero en los charts australianos. Lo tenías todo y escucharte significaba tantas cosas que no hay literatura que alcance para describirte. Ahora ninguno se mata ni por equivocación y estamos todos atragantados conviviendo con la decadencia de una generación con mal gusto. Fuiste un adelantado, no te merecías morir y aunque mis escrituras no te traigan de vuelta nombrarte te revive en mi memoria como el genio que fuiste, poniéndome en las pistas de mi adolescencia gritando con la boca bien abierta “suicide blonde”.
Desatabas en mí una pasión ingobernable que no encontraba una salida para canalizar tanta coherencia en un solo estribillo. Escalando desmedidamente hacia una generación que solo hizo el bien en este planeta: los ochentas. Radicalmente sinceros paseando cada nota con la exactitud de una persona que firmó un contrato con la perfección.
INXS, una banda que rompió con el miedo de que algo saliera mal y sin querer no hubo margen de error. Incluso el terror de no poder seguir innovando en una época en donde solo sobrevivía el talento. Vos lo sabías, y te hamacabas en el escenario gozando de haber dado en la tecla con un tema detrás del otro que nos asaltaba por dentro. Convirtiéndonos en unos mendigos de tu alternativa producción. Con tu pelo desprolijo que se arrodillaba en el templo de tu boca pidiéndote un disco más; una gira más mientras todos aplaudíamos tu increíble existencia. Luchando por existir en un mundo que no era para vos, abrazando la idea de partir cuando todavía te quedaban fichas para seguir revolucionando con tu arte.
Ver la historia de tu vida me acercó a la oscuridad de la que no pudiste salir, dejándonos a todos nostálgicos por tu partida, sin entender porque los buenos se van y los malos siguen acá, entre nosotros.
Celebrándote en el cielo donde habrás sanado las heridas que este sitio no pudo darte.
Saltabas de mujer en mujer y tu éxito no te dio el tiempo para poder parar y volver a nacer con las herramientas que se necesitan para habitar un contraste como este. Te miré mil veces sin poder dejar de alarmarme de que no existan más lideres cómo vos, qué crearon desde una energía universal que nos atropelló con la divina precisión. Desmantelando las voces de una generación que nos llevó a suplicar de que por favor vuelvan; que nos arrollen con una puesta escénica y visceral haciendo que revivamos lo que nunca supimos que teníamos hasta que lo perdimos.
Y aunque escucharte en mi vieja lista de favoritos no te traiga de vuelta, cierro los ojos y puedo ver las primeras lineas salir de tu boca en “in the dark of night…by my side”, y me arrastro consagrándome en silencio a tu extraordinaria reverencia hacia lo único que importa: la música.
Michael Hutchence—1960-1997. R.I.P