Suck it 2020!
La parte más linda de irse de viaje es cuando te preparás para el viaje. Bueno, salvo cuando voy de shopping para el mismo y los cadáveres caminan a mi lado con el bozal puesto esperando a que yo los creme clandestinamente en el centro comercial. Lo juro, están esperando la balsa con las flores, los sahumerios y el puñetero testamento. Que dice algo así cómo: no tengo a quién dejarle mi herencia porque tenía miedo de relacionarme con la gente y morí solo. No me considero una tipa con paciencia, pero estas ratas de laboratorio me han sacado hasta un hemograma completo. ¡Dejen de drenarme visualmente que estoy a dos días de subirme a un avión!
Afortunadamente me voy a la casa de mi amigo Landon, que es una especie de Frank Sinatra versión 2020. Mujeriego, tomador de whisky, sociable, coctelero, anfitrión de alto calibre y siempre abierto para escuchar las sugerencias de su querida amiga Cecilia—propietaria de una vida opuesta a la suya.
—Che Landon, ¿la puedo invitar a mi amiga Jamie Lynn a tu casa por tres días? Es una amiga de la adolescencia y vive en Los Angeles, a dos horas de San Diego.
—¿Está buena? ¿Por qué diablos me negaría a convivir un fin de semana con dos mujeres argentinas?
—Primero porque está casada y tiene cincuenta años, segundo porque a ninguna de las dos nos interesa tu cuerpo—tengo que hablar su idioma para que me entienda—.
—Pero ya sé, linda, te conozco bien, si no es un santo de Bangladesh no llega ni al beso en la frente.
A Landon lo conozco hace cinco años, es el amigo menos espiritual que tengo, pero con el corazón más grande del mundo. Su casa está a una cuadra del mar, lo que tarda en alcoholizarse mientras nosotras nos doramos las nalgas en el pacífico.
Landon es divorciado sin hijos y hace más de quince años que está buscando al amor de su vida (mientras duerme con todas las no-amor-de-su-vida). Noctámbulo, catador de comida chatarra, desordenado y con una gran debilidad por las modelos. Portador de una panza única producto de su relación con los carbohidratos. Televidente compulsivo de medios masivos y del maldito signo de Géminis. No puedo decir que es un tipo cambiante, ya que el alcohol nunca me dejó ver detrás de sus habilidades sociales, pero todos tenemos un muerto en el placard, espero que el suyo no sea la bipolaridad.
La casa es grande, espaciosa y llena de sillones por todos lados porque a Landon le encanta tirarse panza arriba imaginándose que vive en un harén rodeado de mujeres hermosas comiendo uva.
Pobre, si supiera que estas dos argentinas van a caminar en pantuflas todo el día con el pijama de frisa puesto y el bowl de pochoclo, no llegaría ni a la antesala que ya estaría sacándome el pasaje de vuelta.
Ya tuve dos discusiones agitadas cuando saltó el tema del bozal, ya que él—como siete octavos de la población californiana—cree en una enfermedad con 0,002 porciento de mortalidad.
Tiene más chance que lo mate un HPV que un bicho que se hizo famoso por estar en todos los canales televisivos.
Le dije que no pensaba cruzarme un trapo por la cara para complacer sus delirios psicosomáticos, llegamos a un acuerdo de que no iríamos a ningún lugar en donde exigieran que lo usásemos.
En verdad lo que más me preocupa no es esto, sino las valijas y los bolsos de Jamie Lynn. Ellos no se conocen y sería de muy mal gusto que él se piense que Jamie se está mudando a su casa.
Hoy me llamó para decirme que lleva toallas, almohadas, pava, comida y pesas para hacer deporte.
No vamos a San Diego para complacer a mi querido amigo, pero tampoco le reventemos la libido amueblando su casa como una feria gitana.
—Ay Ceci, yo lo único que pido es que su casa esté limpia—me dijo Jamie ignorando el holocausto.
—Nena, tus ronquidos en Do menor son un poco más graves que el potencial desorden de esa casa. De última contratamos a alguien para que la limpie, en cambio, tu apnea nocturna puede destrozar horizontes. Pensalo.
Prometimos dormir en habitaciones separadas y nos dimos la palabra de que será un fin de semana épico. Después de siete meses de prohibirnos viajar, finalmente hemos logrado superar la idiotez, armar las valijas y mostrar el dedo del medio a todos los zombies que abandonaron su libertad comprometiendo la mía.
¡Nos vemos en el aeropuerto!
Au revoir!