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Los ángeles de Charlie

Cita salvaje con la pantalla grande; la gran decepción de mi familia. Pero los dioses griegos están de mi lado y saben de las dificultades con mí calendario amoroso. La víctima: Los ángeles de Charlie. El encuentro: AMC cinemas. La función: 7:15 pm.

Bring it on baby! Le dije a la maquina de hacer pochoclos que está por darme la espalda; la entiendo, quince años de comida chatarra y ningún novio como la gente.
A no paniquearse, todo llega en la vida, y a mí aparentemente me llegó una de acción. En esta oportunidad Hollywood me paseó por Brasil, Alemania y Turquía con Los ángeles de Charlie; una serie de los ochentas llevada al cine.


El guion está basado en un plot de mujeres al poder marcando los tiempos que corren; aspiración a la igualdad, fuerza, determinación y mucha patada al aire arriesgando al doble a una hernia de disco.
Fui al verla con mi amiga Lucía; feminista por naturaleza y gozando de ver a tantas mujeres tomar la delantera. Yo, por mi lado, no soy feminista ni machista; creo que la raza humana está perdida más allá del género, pero teniendo en cuenta que todas las posiciones de liderazgo han sido tomadas por hombres, siento un gran alivio al observar que finalmente hemos llegado a tener una voz dentro de un sistema que jamás nos ha favorecido (referencias inserte 1952 en wikipedia).
Las actrices de esta aventura a mano armada fueron: Kristen Stewart, Naomi Scott, Ella Balinska; dirigida por la brillante Elizabeth Banks, qué también actúa en el film.
Sinceramente al enterarme que la actriz de Crepúsculo era uno de los miembros de los ángeles de Charlie, pensé que me rebajarían la entrada un cincuenta por ciento. Será famosa y todo, pero mi vecina del tercero tiene más talento que esa chica. Clarísimo está que llegó al éxito por sus conexiones—y no desmerezco el gran esfuerzo de Stewart en intentarlo— pero de enamorarse de un vampiro a ser una espía norteamericana hay un par de palancas de por medio.
Por suerte, su mala actuación fue recompensada con el Dios romano pastoral Sam Claflin; un actor inglés que está para hacerle el amor sin condones.
No quiero hijos, pero quedarme embarazada de él no me importaría en absoluto. Lo criaría en las afueras de Londres y sería la madre soltera con el hijo más perfecto del mundo. Digo soltera porque cuando Claflin se entere que me quedé embarazada para expandir su belleza, me dejaría solita criando gallinas. Y eso está bien, esperaré a que el niño crezca y lo venderé por siete millones de dólares a Giorgio Armani.
Después de ver como las chicas volaban por el aire pegando patadas y pasándoselo pipa, le dije a Lucía que deberíamos haber sido actrices así nos hubiéramos divertido un poco más con nuestros trabajos. Está bien que hace veinte años que tengo mi numerito armado actuando para un planeta que no encajo, pero Hollywood te paga, y solo Dios y yo sabemos cuanto valgo.

— Ceci, creo que cómo escritora vas a vivir más tranquila; la vejez no va a condicionarte, en cambio saltar tapiales y estar hecha una diosa para la cámara sí— me dijo Lucía apasionadamente.

— Depende, mirala a Meryl Streep; setenta años y está para el mate con facturas.

— Sí, pero hay una sola Meryl Streep, ¿vos viste la cantidad de cirugiadas en las películas últimamente?

Lu tenía razón, de hecho antes de que empezara nuestra película nos pusieron el trailer de Bombshell y vimos tanto Botox en la cara de Charlize Theron y Nicole Kidman que estaba por llamar a mi madre para que me contuviera. ¿Qué les pasa a estas mujeres? La boca de Nicole Kidman parecía la de un boxeador con un flemón (y sin antiinflamatorio). Y Charlize Theron no sé quién era porque se ve que su cirujano tuvo el pulso flojo y le desdibujó las facciones.
Rubias, magras y ultra teñidas. A lo mejor esto de ser escritora no está tan chungo, aunque un poco de Botox en mi trasero no me vendría nada mal. Pero mis nalgas despulpadas jamás llegaran a la pantalla grande, lo que sí llegará es mi alma a transferirse a otro sistema solar en donde te quieren por lo que sos. Mientras tanto, no se enojen si me ven ordeñando una vaca en Wellington Country Park, alguien tiene que darle de mamar a ese hijo, y no puedo imaginarme despechada arruinando mi cuerpo para alimentar a un neonato.

¡Nos vemos en el campo!

 

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