El virus del fascismo
Entre las películas violentas y oscuras de Netflix, los laboratorios farmacéuticos, la comida procesada, el flúor en el agua, la radiación de las torres 5G, el distanciamiento social y la idiotizada cuarentena, más que matarme, me quieren cocinar a fuego lento en la parrilla.
¿Y este el sistema en el qué ustedes confían?
Cómo no puedo ponerme a pensar por todos los que salen con bozal a la calle porque son mayoría, decido escribir mis experiencias a ver si alguno que está próximo a la hipoxia cerebral se despierta recibiendo una epifanía con mis relatos y vuelve a recuperar el aliento.
A esta altura no hace falta que les explique que por cada medicamento que tomamos, tenemos catorce contraindicaciones; si alguno de mis lectores es hipertenso, sabe exactamente de lo que estoy hablando.
De hecho, sino viviéramos en un sistema tan corrupto, el cáncer no hubiera triunfado, pero como la “cura” para el mismo es más rentable que la erradicación de la enfermedad en sí, seguimos consumiendo glifosato a cuatro manos sin cuestionar a las autoridades el incremento de casos según la región. Somos tan inverosímiles que le echamos la culpa a nuestros traumas en vez de investigar las entidades que nos intoxican en primer lugar. Este parece ser el slogan del planeta: “sé muy duro con ti mismo, pero jamás desconfíes del sistema”. Prueba y error gauchos, lo estamos observando en la actualidad; la gente vive en el terapeuta, pero a la hora de actuar en equipo hacen una regresión a la infancia y nunca más vuelven.
Creo que en la historia de la humanidad jamás existió una generación tan cobarde cómo esta; te debo una abuela, sé que nunca lo hubieras permitido. La debilidad de nuestra especie, la falta de carácter y de criterio es el producto de la automatización de nuestros pensamientos, en donde el análisis crítico y la creatividad fue reemplazada por dispositivos tecnológicos que abarcan toda nuestra atención. Dejándonos sin el oxigeno del libre albedrío, la asociación libre y el espacio para poder razonar sin ser deshumanizados con la propaganda de los medios. Con lo que ellos quieren que escuches.
Ahora entiendo porque siempre fui una amenaza para tanta gente, porque soy inmanipulable. Y si la gente le tiene miedo a sus propias emociones, imagínense a las mías, que son grandes como el Golden Gate.
Pero por acá pueden cruzar tranquilos, porque no les vendo gato por liebre cómo mucho de ustedes. No pretendo convencer a nadie, pero por favor abandonen ya este debate si no chequearon las fuentes; no puedo hacer de YouTube, Wikipedia, Qanon, The Epoch Times y el mesías en simultáneo.
De momento estoy ocupada sacado carteles de la vía pública en donde dice que hay que ponerse el barbijo para no contagiar a otros.
Hay una cartel cada dos metros, ¿se acuerdan? la programación está basada en la repetición.
¡Pensar que este planeta pasó por el holocausto y todavía no aprendió su lección! Me encantaría gritar: ¡manga de imbéciles, nos quieren dividir para reinar! ¡Otra vez! Pero no puedo, ¿saben por qué? Porque algunos de ustedes son tan inocentes que merecen el corral con la vacuna y el chip. Porque cuándo la inocencia no está acompañada por la madurez, es el target perfecto—del que se agarró el poder, abusándose por más de doscientos años—. Somos tan asquerosamente predecibles que volvemos a repetir la historia, con la diferencia de que ahora el campo de concentración es nuestra propia casa. Asilados de nuestros afectos y con la economía en bancarrota.
Un plan excepcional, ya que al no haber una confrontación visual de la guerra que nos han iniciado, seguimos mirando el cuarto capitulo de “La casa de papel” hasta que nos barran todos nuestros derechos y quedemos sumergidos en una dictadura mundial.
De momento dos amigas me han dicho que no quieren tener ningún tipo de relación conmigo después de todo lo que estoy escribiendo, ¿brindamos por el amor incondicional o por la purga directa que el Universo ejecutó por mí?
De lo que no estoy segura es de si se alejaron por miedo a la verdad o por miedo a no poder manipularme. Ya que si sos una persona libre, jamás te condicionará la postura del otro, ¿saco la tesis doctoral de Carl Jung?
Lo cierto es que en el fondo me alegré de haber perdido gente que no me quiere por lo que soy—que va mucho más allá de mi postura social—.
Esta gente que no sabe amar son los primeros en votar, en dar su opinión y en juzgarte, pero son las últimas en ponerse las botas y luchar por otra cosa que no los involucre a ellos o a su familia. Egoístas por naturaleza y francamente, el desecho de este mundo.
Si vas a llorar porque no pienso cómo vos, aléjate de mi camino, el tráfico de niños se está duplicando mientras vos te secas los mocos con tu seguridad falsa y tu discurso sin fundamentos.
No puedo ni quiero perder un minuto más con gente que vibra a una frecuencia por debajo de la autoestima. Para eso tengo una cadena interminable de exnovios que hicieron postre con mi paciencia y me drenaron hasta sacar a esta loba salvaje que no tolera un zombie más golpeándome la puerta con la estupidez global que nos rodea.
¡Namasté!
(El plagio es delito, si vas a compartir mi obra que por favor aparezca mi nombre al final del relato. Gracias).
Ceci Castelli