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Juan Narciso

Desde que llegó el sol a San Francisco las fiestas en las terrazas empezaron a chocarse con mi calendario social, bueno, y con la herejía del tema central de las mismas: ¿la traes a tu madre a la fiesta, no? Cumpleaños, despedidas, reuniones, Bar Mitzvah y mi mamá el eje central de cada evento hablando de como hay que invertir el dinero sabiamente en Estados Unidos. Selfies, pavo grillado, foto grupal y mi madre abrazada con todos mis amigos batallando su inglés charro y silvestre. Presentándose como algo así: — Yes, yes, mother Cecilia, great, great! Yo no sé si entiende lo que le dicen, pero tiene un lector de energía que está más ajustado que el tercer ojo de Ganesh. Enseguidita saca el análisis clínico de cada víctima haciendo de nuestra cultura un tiro al blanco. No solo que estos eventos requieren muchísimo de mis esfuerzos sociales sino que además finalizado el mismo tengo que atravesar la caminata psicoanalítica de mi madre cuando manejamos hacia la próxima fiesta. — Che, ¿pero cómo puede ser que un tipo como Pepe esté soltero? Lindo tipo, buena posición económica, bien parado, ¿a vos no te interesa, Ceci? Muy buen candidato. Pepe—mi amigo millonario que vive en las colinas de San Francisco en una casa que debería ser mía—organizó una fiesta este sábado en donde eran todas mujeres. Él parecía el ginecólogo y nosotras las pacientes. Si no hubiera sido porque aprecio nuestra amistad le hubiera clavado un espéculo en la crema de garbanzos que nos preparó y me hubiera ido a los 15 minutos. Una estafa hacia mi tiempo libre, pero Pepe es así, carismático, impredecible, obsesivo compulsivo con la limpieza y un latín lover high class. Mientras mi madre le hacía las 16 preguntas consecutivas sin respirar nosotras observábamos como cortaba el tallo de las uvas con una tijera. No podíamos evitar pensar de que si un tallo de la uva le molestaba como sería en la cama con una mujer. Gracias a Dios no va a ser mi cuerpo el que tenga que exponerse a la puntada sin hilo para comprobarlo, pero no desearía bajo ningún punto de vista estar desnuda con un hombre de este calibre en el letto. A las 6 nos fuimos porque teníamos dos cumpleaños más, saludé a todas las chicas impacientes y nerviosas por la falta de testosterona de la fiesta y terminamos en lo de Martina, una española que vive en un piso 11 en un departamento de 70 metros cuadrados con 120 invitados. Cuando todo venía muy jolgorioso y entretenido arribó un morocho argentino que me clavó el visto antes de que naciera Cristo, sin perder el tiempo le preguntó a la primer mujer que vio de donde era yo, como si yo no pudiera observar lo que estaba diciendo. (detallistas abstenerse) Llegó al cumpleaños con un amigo que leía mis relatos por las redes sociales, y como buen lector no dijo ni una palabra porque sabía que sería asesinado en mi descripción, en cambio…gozó de ver como su compañero hacía un monólogo narcisista y se alquilaba un nicho para morirse por un par de días después de leerme. No solo que la llamaba a mi madre “suegra” sino que me acariciaba el brazo y me tiraba el aliento en la cara mientras se creía el gladiador de la fiesta. Jamás me preguntó nada y sumado a este escalofriante pináculo del egocentrismo me mostró las cenizas de su padre colgando de una cadenita de su cuello. ¿Se puede ir por la vida promocionando la muerte de un ser querido a un completo desconocido en un primer encuentro? Si, la psiquiatría lo llama sociópata, un trastorno de la personalidad, y en mi diccionario…la gente más peligrosa del mundo, ya que para muchas personas el parece encantador. Perdón, me estoy olvidando del detalle más importante para que me acompañen en este relato, casado con dos hijos. No lo escribí bien, CASADO CON DOS HIJOS. Sin anillo, sin respeto y sin los códigos para colgarse del cuello la moral de no humillar a su mujer en vez de las cenizas de su padre. Mientras él se reía y hablaba rifando una empatía más desesperada que su atención por el amor ajeno que por el propio, yo iba juntando los pedazos de su grotesca vanidad para anidar en mi memoria las ráfagas empobrecidas de los seres involucionados que habitan este planeta y se casan y procrean solidificando su especie. No pude evitar pensar quien es la mujer que aceptó a este hombre en la salud y en la enfermedad. ( y en la promiscuidad claro) Hasta mi madre me dijo que era insoportable y eso que ella es jubilada y está de vacaciones. — Mami, ¿tampoco te preguntó nada a vos? — Nada, no paraba de hablar y de mostrarme la cadenita de su cuello diciéndome que antes de que su padre muriera no lo había visto por 5 años. ¿Y con que a esto llamamos amor, eh? Pero la historia no termina acá, al irnos quemando aceite de esa maldita fiesta él nos siguió diciendo que nos teníamos que volver a ver y que quería invitarnos a su casa a comer un asado. ¿Ego a las brasas? Dale, pero echale kerosene también porque la falta de amor es más dura de matar que la gripe Aviar! Buena semana per tutti!

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