De Argentina a la India
Mientras todos están entrenando para la maratón San Francisco-Los Angeles— o alguna ridiculez así— yo me estoy preparando para competir con los punjabis en la pista de baile de Public Works en Bhangra Night.
Una vez al mes los hindúes se reúnen a festejar su música en el barrio de La Mission; banda en vivo, coreografías, mucho olor a curry y una desubicada rompiendo los esquemas patriarcales de una cultura milenaria. Los hombres bailan con los hombres y las mujeres con las mujeres. Treinta años viendo esta estupidez agarrarse de los pelos fue suficiente. Al presenciar esto…me meto en el medio de los círculos que cierran con sus egos y los desafío a que me echen. Aleteo y mantengo mis movimientos idénticos a los de ellos y cuando se dan cuenta de que no soy hindú pero que le pongo toda la garra, me dejan bailar con ellos.
La última vez que fui terminé atrapada con un veinteañero con turbante; me besaba tan desaforadamente que yo tenía miedo de que se le cayera el bollo de tela de la cabeza y terminara siendo responsable de una desgracia religiosa.
— ¿Y tú? ¿Cómo es qué sabes todos los movimientos de mi gente? Me dijo mientras me agarraba de la cintura y me apretaba contra su pecho pensando que con esto me hacía suya.
— De la misma manera que vos tuviste el buen gusto de elegirme. Son cosas con las que uno nace.
Elegirme es una palabra muy grande para ellos, ya que se casan solo con los de su especie, y bailaré muy bien…pero ya cocinarle todas las noches Alu Gobi y ser la tercer mujer con la que hacen el amor todas las semanas…I don’t think so.
Mas vale dejemos las cosas en la pista de baile, donde nadie pretende controlarme o hacer de mí la cocinera que nunca seré. Post data: odio el curry.
Pero este sábado está garantizado, ya que voy con Valentina y manejo yo, porque si manejara ella probablemente llegaríamos para cuando los de seguridad estén limpiando los baños.
Me voy en zapatillas, short y remera; los brillos, los collares, el tercer ojo pintado y el pulserío dejémoslo para el set de Memorias de una Geisha. Soy Argentina y bailo para hacer deporte y divertirme, no para marcar tendencia y encontrar marido.
Mi tía de California estaría muy decepcionada con este último comentario, ya que ella va a la iglesia todos los días para pedir por uno para mí, no sé bien a qué Dios le reza…pero hace 15 años que no me ha enviado ni un novio como la gente, no saltemos al marido directamente a ver si todavía es un francotirador encubierto.
— Ceci, en la discoteca nunca lo vas a encontrar, ahí los muchachos están alcoholizados y solo quieren divertirse.
— Tía, yo también quiero divertirme, ¿puedo?
— Ya te lo dije muchas veces, vos lo vas a encontrar en la iglesia, tiene que ser un ciervo de Dios. Un hijo de Dios no está contaminado, ¡Algunos hasta son vírgenes Ceci!
Yo creo que con lo de virgen se refiere a que lo bautizaron a los 45 años y el conteo de las relaciones sexuales comenzó de cero de nuevo.
Ella me contaba que a la gente adulta la llevan a un río o a un mar cerca y un pastor les unge la cabeza en el agua.
No sé de qué agua hablará mi tía, pero acá por ser virgen de nuevo te agarrarías una neumonía que te mataría antes que un chancro.
El agua está helada y además hay tiburones…¿y este es el precio que tengo que pagar para que me quieran de nuevo?
¡Netflix hasta que la muerte nos separe!
Que de por cierto…si me hubieran querido bien se hubieran quedado conmigo, o sea que encima trabajé sin fines de lucro y me quieren vender esta película clase B del modelo tradicional que sin una pareja estás incompleto.
Más bien déjenme sola hasta que aparezca un ser evolucionado que entienda que el amor está por encima de los roles.
¿Pero virgen? Nah… esto ha sido mucho por hoy. Imagínense que esperé casi 40 años para conocerlo y encima tengo que enseñarle a ponerse un profiláctico; aunque a decir verdad, prefiero enseñarle esto y no el amor propio que se necesita para no destrozarme los sentimientos por ser un Neanderthal.
Ay querido planeta tierra…¡Es que si no bailo creo no poder contigo!
Bailar me ayuda a sobrevivirte, en un lugar en donde el caos es tan grande que tenemos que buscar excusas para no terminar ahorcados con tus lecciones de amor.
Así que ya saben gauchos, si quieren verme feliz y esperando un milagro, estaré de rodillas aguantando mi propio peso para no caerme arriba de un hindú y que se piense que le estoy pidiendo matrimonio.
¡Nos vemos en la pista!