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Gramicidio

Si tengo que leer un relato más o buscar un modificador directo más creo que sí, que esta vez se cumplirá la profecía…me tiraré del Golden Gate como símbolo del gatillo literario que no pudo salvarme de mi misma.

Vieron como es esto, algunos se apoyan en la pareja, otros se esconden detrás de la comida, unos cuántos trabajan compulsivamente y un 1% se replantea una esdrújula. Ésta última vendría a ser yo, una tipa con problemas gramaticales viviendo en la mejor ciudad de Estados Unidos con el puente con más suicidios del mundo. 

El gran desafío de mi carta astral: publicar un libro.

No soy astróloga, pero si pude leer mi manuscrito veinte veces sin cortarme las venas con una A4 puedo decirte que Mercurio retrógrado está pasando por Plutón con mucha fuerza. Uno se cree que sabe escribir hasta que se pone a escribir, y entonces de repente las palabras salen de la pantalla y te apuñalan con las memorias de tu secundaria diciéndote que en vez de prestar atención cuando te explicaban las reglas semánticas, estabas jugando al ta-te-ti con tus compañeros, y ahí se fue la lección; chau gerundios, preposiciones, tiempos verbales y la gran siete.

¿Sufriendo por amor? What’s that?! Acá mi nudo existencial es si le pongo la tilde o no se la pongo. Si me caso con los monosílabos o tenemos solo un affaire. Si en la división de bienes con los acentos diacríticos me quedo con la casa o el perro. NO-PUEDE-SER-TAN-DIFÍCIL-ESCRIBIR (aunque mi abuela estaría orgullosa de ese último acento en la i mayúscula).

Mensaje para mi abuelita: no te alegres tanto, tengo una compulsión con los acentos, ¡a veces los pongo hasta donde no van abuelita!

La meditación trascendental nos enseña a vivir en el tiempo presente, ¿mis relatos sufrirán de una crisis espiritual? 

¿Cómo puedo ser feliz cuándo la Real Academia Española me ha arruinado la vida con tantas reglas y normas haciendo ver mi creatividad como desprolija y apurada? Quieren hacerme quedar mal cuando solo deseo el bien— al menos frente a la editorial que acepte mi libro corregido por otras personas. 

Yo nací para escribir, no para corregir.

 

— Ceci, lo que estás diciendo es como decir: yo nací para cocinar no para comer, no tiene sentido, me dijo un compañero que me está ayudando psicológicamente a superar ésta etapa.

 

Nota para los editores: sin personas como yo, estarían viviendo del paro.

Ya sé, ya sé, es mi trabajo hacer el esfuerzo por tener la menor cantidad de errores posibles, pero ésto es como decir: Cecilia, tratá de ser perfecta sino no te queremos ( o peor aún, queremos solo una parte ).

Como siempre, la belleza es relativa; un profesor de literatura diría que no califico ni para trabajar como ayudante de cátedra, pero mi madre diría que mi gramática es excepcional; aunque ella escriba enamorarse con hache ( ¡como la kiero!).

Uno no puede quedar bien con Dios y con el diablo, y sólo Dios y yo sabemos lo jodido que es éste planeta cuando de complacer se trata. 

¡Pero si escribo para mí, qué problema hay! Me digo todos los días apoyándome en el terapeuta de mi arte, hasta que dos segundos después (lo juro, son dos) me golpea la cabeza mi educación, mi cultura y sí…la pinche Real Academia Española, y entro en una nube negra que los filósofos griegos dirían ¿te quedarás en la oscuridad ignorando el verdadero conocimiento? Y ahí es cuando mi autoestima deliberada queda hecha un saco de correcciones en rojo y las voces de las autoridades me susurran al oído: no seas bestia mi niña, dos vocales fuertes contiguas nunca forman diptongo.

Y de estar en la cima de mi creación literaria, caigo en brazos de las malditas reglas para habitar este sitio en donde no perdonan a una chica por ser buena y linda. 

Es que soy tan noble que yo lo único que quiero es que mis lectores me quieran por mis sentimientos, no por mis errores. 

 

— Si cariño, pero cuando tus lectores sean un poco más que tus amigos y tus familiares vas a querer quedar bien con tu nivel educativo también, me dijo mi ángel de la guarda convencido de cuidarme a toda costa.

Y después, para terminar su frase y reírse en mi cara me dijo: salvo que escribas “ladra solo” y lo que querías decir era que solamente ladraba y no que estaba loco. 

La diferencia entre un acento y un suicido, la parábola en mi día de hoy. 

Para los que me quieren por quién soy y no por mis equivocaciones, quiero que sepan que este relato va dedicado a todos ustedes que siempre me leen indiscriminadamente. 

Y para los que no, les paso los teléfonos de todos mis ex novios.

¡Que el amor nunca se termine!

 

Besos en la frente y buen jueves para todos.

 

 

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