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El cólera en los tiempos del barbijo

Hay muchas cosas que no se justifican en esta vida, pero salir a caminar por la playa y ver a un surfista con un traje de neopreno y una máscara  puesta en la cara mientras surfea fue un golpazo a mi psique. 

Después de recuperarme del coscorrón vi que lo tenía mojado y cacheteaba el agua con el trapo haciendo maniobras para no ahogarse con la tela que no lo dejaba respirar. Pude verme trabajando de guardavidas en mi tiempo libre para terminar de hundirlo en el agua y borrar esa imagen de mi disco rígido para siempre. 

En mi adolescencia los surfistas eran espíritus libres, ahora colaboran con la decadencia. Me alegré de al menos saber que no estaba texteando mientras navegaba.

Miré al cielo y dije: me pediste que ponga la otra mejilla, pero no aclaraste que me tenía que tapar los ojos también. A lo mejor la ignorancia debería ser un apartado actualizado en la biblia, por ejemplo un versículo que diga algo así: ama a tus hermanos como a ti mismo, pero si se comportan cómo subnormales, omite todo registro.

Seguido de la anulación completa de “cosecharás tu siembra”. Ya que lo insulté en silencio por colaborar con el plan siniestro de los tiempos que corren.

Afortunadamente no se encontraba saltando las olas frente a mi casa que da al mar, no puedo imaginarme gastando miles de dólares para mirar el océano y de repente esto. A lo mejor debería cambiar mi casa en la playa por un chalet en la montaña, rodeada de bosque y de ciervos que no se asustan de vernos con bozal.

De citas mejor ni hablemos, ya que la última que tuve el señor se puso el barbijo a mitad de la velada y ya no le entendí más nada hasta que partió.

Imposible pedir coherencia a una raza que cree en el amor libre pero después se esclavizan con sus acciones. El candidato no llamó más, no será lúcido pero la percepción la tiene bien aceitada. Graciadió, porque explicar por vigésimo cuarta vez que solo seremos amigos está echando nudos en mis cuerdas vocales. 

Además de pedir que sean monógamos ahora también llegó el tapabocas a la bagna cauda, lindo verano con una exigencia tan básica como la mía. 

En cualquier otro momento me hubiera tomado una avión para reciclar todo este asunto del novio en otra dimensión, pero de momento tendré que conformarme con pedirle a Dios que agregue un ítem más a la lista: sin barbijo por favor. 

El tipo es chileno, pensé que su cultura lo favorecería a la hora de seguir las reglas, en cambio, llevaba la mascarilla en el bolsillo de la camisa perforando mi inteligencia cada vez que el maldito trapo se asomaba.

¿Preguntas? Ninguna. Será que su percepción lo llevó a adivinar mi pasado porque no se enteró ni cómo había llegado a Estados Unidos. 

Por supuesto que en mi mente lo rocié con ácido muriático, pero el muy caballero se sacó el bozal para comer mostrándome toda la comida y lamiéndose los dedos uno por uno matándome a mí primero antes de que él muriera.

Game over, dijo mi ojo clínico, y tragué saliva para poder digerir el mal rato frente a mi estado civil. ¿Ahora entienden por qué es más fácil quedarse en casa googleando a los iluminatis que exponerse a este declive social?

La metástasis del adoctrinamiento ha contaminado todas las áreas, sin sorprenderme que el campo del romanticismo sea el más afectado. 

Si la gente perdió el criterio, imagínense la capacidad para conectar con otro ser que no sean ellos mismos. Reconozco que soy parte del problema, ya que no debería salir con mas nadie salvo que sea de otro planeta y que venga sin boca, así no tengo que verlos masticar.

Hace nueve años que no veo a un hombre comer con la boca cerrada, ¿seré yo la del problema? Digo, esto de perder el estado de ánimo al verlos triturar el alimento en vivo y en directo.

De política mejor ni hablemos, ya que el muchacho estaba convencido de que esta crisis es un accidente—y no una guerra biológica gestionada por sus propios jefes, dueños del banco para el que trabaja—.

Ingeniero en Sistemas, tan cerca de la información que duele. 

A lo mejor llegó el momento de innovar y crear una nueva profesión: Ingeniero Antisistema. Un hacker que estudia para perfeccionar su talento en un mundo que nos ha mentido desde la creación del pesebre. 

Pero supongo que ese es el desafío de esta era, ¿no? Estudiar una carrera universitaria y creer que sabemos porque tenemos un título. Otra falacia institucional que ha llevado a la sociedad a repetir como loros los pensamientos de otros castrando la creatividad y la imaginación para convertirnos en borregos del sistema. Good job! Ahora los bochos ganan salarios desmedidos y no pueden distinguir la paja del trigo. 

Verme ya sería como haber estudiado con los sufis para desarrollar el tercer ojo, así que guarda, no pido reconocimiento, solo que cierren la boca cuando están comiendo y no pueden parar de hablar de sí mismos.

Por un mundo menos hostil, desde mi guarida de la calle Chestnut.

 

(El plagio es delito, si vas a compartir mi obra que por favor aparezca mi nombre al final del relato. Gracias).

 

Ceci Castelli

 

 

 

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