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Los efectos de la cuarentena

Con esto de las redes sociales me escribe mucho huérfano emocional, hombres hartos de no tener sexo y un porcentaje mínimo de intelectuales al borde de una quiebra generacional. Algunos de los que me contactan son Infieles compulsivos, otros están casados con las mujeres equivocadas y una minoría destacada de millennials les gusta el tono de mis relatos porque se creen que tengo su edad. Pero en la flora y la fauna de este campo de batalla después de treintas  “qué linda sonrisa que tenés” y un par de bloqueos permanentes, apareció alguien con una inteligencia superior a la media que sabe por donde tocarme: la música. 

A esta altura es difícil que me crea el guion de los desesperados en cuarentena; no solo que a la gente le cuesta evolucionar, sino que el encierro los define más aún. Si la tendencia del ser humano es evadir el crecimiento, imagínense confinados con su propia maquina de asesinar aburrimientos. No quiero sonar desganada, pero ya pocas cosas me conmueven de este mundo. La sociedad se ha vuelto un tanto previsible para mí, y lo único que ha quedado de esta masacre de inconscientes frente a un monitor, son dos grupos muy distinguidos: los que vienen a sacar y los que que vienen a dar. A los primeros decidí llamarlos chupadores energéticos, qué básicamente resume un 75% de la población mundial. El segundo grupo vendrían a ser como aliados, hartos como yo, del abuso de la manipulación para el beneficio propio. Ergo, utilizarnos hasta que ellos reciclen sus miserias con nuestra generosidad. 

Por estas cuestiones tan abusivas por parte de una especie en declive, me voy con más cuidado que Clint Eastwood en Los puentes de Madison, en donde la observación se ha vuelto mas íntima que la acción en sí.

Claro, sacando la parte donde la perdedora de Meryl Streep no se sube a su camioneta jugándosela por quién más ama.

El sujeto involucrado con la escritora: Norberto Aníbal Napolitano. 

La escritora: Cecilia Castelli. 

El escenario: Facebook.

La trama: cansado de estar soltero por primera vez en sus cincuenta años. 

Me encantaría decirle que una pareja no lo va a solucionar, que el problema es de fondo, no circunstancial, pero él insiste en justificar que la felicidad viene de un bracito que lo abraza por las noches y le dice te amo.

Tengo tantas respuestas a esta frase como estrellas en el cielo, pero no quiero sonar arrogante y asustar a uno de los últimos románticos en el sistema solar. Perceptivo, charlatán, empresario y soltero. 

Mensajes para las señoras: bachelor disponible con un catálogo musical para Coachella 2021, si llegamos, claro, porque al ritmo que vamos es más probable que nos tiremos del balcón antes que de la tribuna. 

Conocedor y ávido recopilador de los mejores discos de la historia del rock. Oído casi absoluto, salvo cuando me habla, en donde quiere ser altamente escuchado sin hacer el esfuerzo de conquistar a la escritora con atributos del amor propio y no del ego. Profundamente sensible, tanto, que tal vez después de esta crónica se corte las venas con el disco Ceremony de The Cult. 

Soy tan asquerosamente sincera que se lo dije, y él es tan desmedidamente crítico, que dudó en aceptarlo. Hasta que saqué una aplicación del teléfono en donde marcó con exactitud los porcentajes de habla de ambas partes. Él, marcó record con un 79%. ¿Yo? Lista para la cuarta cena en silencio. 

Antes creía que era difícil convivir con alguien de mi generación, ahora veo que no tengo escapatoria, esto ha atacado a todas las edades. ¿Necesidad? ¿Conexión? ¿Identificación? ¿Valores? En la clasificación de los escalafones amorosos pueden filtrarse muchos intereses, ¿pero quién cualifica para el servicio? Porque a los fines, gauchos, si no te viene a servir te viene a sacar. 

 

— Ceci, hace quince años que estoy casada y el amor es un intercambio, perdoname— me dijo Chelsea conviniendo con su marido como roommate.

 

¿Intercambio? ¡Ah! La transacción comercial que utilizan los humanos y llaman “amor”. Bueno, así estamos, con un 50% de divorcios, una promiscuidad desmedida y el broche oro: el poliamor. 

Esta vaina se ha puesto bien jodida, ya que ni la negociación alcanza para que la humanidad no se quiera pegar un tiro en el acta de matrimonio. 

El futuro del famoso amor del que mencionó mi amiga, se asemeja mucho a cúbiculos individuales donde los sujetos tienen sexo virtual y te eliminan cuando aparece alguien con algo mejor que ofrecer. Aceptémoslo, la gente ya no quiere compromisos, lo que realmente desean es cubrir sus necesidades y no morir solos. Como no le temo a la muerte pero sí a la mala compañía, le ofrecí a Norberto mi amistad, ya que recibir amor incondicional en los tiempos que corren está más chungo que agarrar la escoba y barrer cincuenta años de historia. 

 

Feliz sábado para todos, desde mi guarda de la calle Chestnut.

 

 

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