Polémica en consultorio dental
Turno con la dentista. Rompí la placa de relajación de los nervios de no encajar en este planeta. Cuando pensé que limarme los dientes por la situación actual era suficiente, llega la odontóloga pidiéndome que por favor me suba el bozal hasta cubrirme la nariz. Se sienta a mi lado y me empieza a dar una clase de epidemiología que jamás le pedí. Me cuenta que si pudo superar la década de el HIV, esto también pasará.
¿Qué cosa? pienso, ¿la falta de conocimiento, de investigación o de la negación absoluta de las estadísticas?
Después de obligarme a taparme la mitad de la cara, me pide que me saque el bozal por completo porque tiene que trabajar en mi boca.
—Perdón, ¿ahora la que va a trabajar en mi boca es la epidemióloga o la verdulera de la esquina? Le dije, guiñando el ojo para que no me clavara el eyector en el cuello.
—Tenés que entender Castelli, estamos en una crisis sanitaria, y el virus también se aloja en las fosas nasales.
Claro, y cuando me trabajan en la boca el virus se va a fumar un cigarrillo.
No le quise debatir el temita del HIV, pero como soy escritora, me descargo con ustedes. Con el virus del SIDA te morías—aunque conozco varios sobrevivientes—, la tasa de mortalidad siempre fue alta. Por lo menos cuando lo descubrieron. Estos solados modernos—producto de la izquierda—han inflado cifras, información, muertes y estadísticas. Lamentablemente el área donde vivo es Zurdoland, y el cuerpo médico defiende esta farsa. Por eso viajo seguido a Argentina, para que me atienda mi querida odontóloga de toda la vida. Con ella hablamos de viajes astrales, gingivitis, dietas alcalinas, sarro, economía y placas bacterianas.
En cambio la de acá, está a favor del aborto pero si le matan el perro se tira de la terraza. Un fuerte saludo a la coherencia que partió en marzo y no ha dado señales hasta hoy.
—Cecilia, vos no estás preocupada porque sos joven y tu sistema inmune está fuerte—me dijo con el taladro en la mano cerca de mi ojo derecho—.
Supongo que en la carrera de odontología les enseñan a adivinar las dietas de los pacientes y los niveles de PH en sangre.
—Ya nos pondremos la vacuna y se terminará todo—me dijo.
—Sí, y morirán unos cuántos una vez que se la apliquen, pero serán vistos cómo héroes que trataron de salvar a la humanidad de la investigación y la verdad.
Ciento cincuenta dólares después, desembarqué mi tarjeta con el bozal colgado de una oreja. El silencio de las recepcionistas gritaba: “el cliente siempre tiene la razón”. Me fui de la clínica y en una semana está el mordillo listo. Justo para cuando nos dan el resultado del fraude electoral eligiendo un presidente para el 2021. Esperemos que esa placa venga con seguro contra terceros, no sucede todos los días que uno saca un vampiro de la boca y aprieta fuerte para que esta estupidez finalice.
Ceci Castelli