Soy madre
¿Se acuerdan qué les dije que no quería tener hijos? bueno, hace dos años que estoy embarazada, y como la maldita criatura no quiere salir, voy a hacer algo más prohibido que fumar en un avión, lo voy a sacar yo solita. Ni fórceps, ni peridural, ni siquiera cesárea. Voy a agarrarme la panza como hizo Ripley en Alien, el octavo pasajero, y voy a jalar al pinche monstruo gritándole que no puedo seguir alojándolo en mi vientre de por vida. Los hijos existen porque en algún momento los parimos, y a pesar de que el mundo está superpoblado por culpa de ellos, una vez que aparecen hay que escupirlos a la intemperie si no quieren morir asfixiados entre la placenta y mi mal humor.
El año pasado tuve un hijo virtual llamado Tomás para pagar menos de impuestos. Este año Tomás tendrá un hermano de 250 páginas, tapa dura, muy rebelde y si Dios quiere del signo de Sagitario.
A Tomás lo fecundé en dos horas con mi prima que es contadora; solo puso en la casilla de dependientes, uno, y pafate, nació Tomy, el heredero que trajo dinero a casa en vez de a la inversa.
Este segundo no sé sabe bien que rol va a cumplir…pero con todo lo que me está haciendo trabajar, esperemos que se ocupe de mis presiones financieras ( ejem; casa frente al mar y viajar por el mundo por tiempo indeterminado).
Todos dicen que un hijo te cambia la vida, pero nadie te advierte que antes de cambiártela te la arruina primero.
Por un lado me siento aliviada, por que hay escritores que me han dicho que les ha llevado 7 años parir, pero por el otro lado estoy un poco nerviosa, porque 7 años míos son 1 año de un humano, como los perros.
Entonces 2 años míos vendrían a ser un total de 14 años.
No estoy tratando de hacerme la ecléctica acá, pero entiéndame, me siento más identificada con una mascota que con un terrícola.
Nada más que en vez de mover la cola en son de alegría, estoy dando puñetes en la pared a ver si la tarea de corregir y publicar es menos difícil que mover el Machu Pichu con la mente. Ténganme paciencia, ¿alguien la tiene qué tener, no?
Creo que el día que mi libro nazca, haré una fiesta tan grande que la gente se creerá que Sai Baba ha regresado de las tinieblas, solamente que seré yo, vestida como un santo después de la resurrección…muerte y nacimiento todo en un mismo evento. No cualquiera sobrevive a la escritura, ya que la demanda es tal que mientras trabajaba con mi editora me olvidé de correr el auto y vi desde mi hermosa ventana como pasaba el ticketero a darme una multa por no mover el coche para que limpien la calle.
Salí en pantuflas, un rodete mal hecho, en pijamas y con un sweater viejo—que más que pedir un favor pedía que lo perdonen.
WAIT!!!! WAIT!!! le grité al oficial que estaba con el talonario cumpliendo con el deber civil.
— Mirá, me había olvidado que hoy era street cleaning day, ¿cómo podemos arreglar esto?
Fogonazos de mi pasado calculo, ya que en Estados Unidos no se arregla nada, se paga como es debido y punto.
— ¿Tarta de roquefort, lasagna vegetariana o una gift card de Amazon? Your choice.
Yo no sé si fue el sweater, mis pantuflas de corderito o mi huérfana desesperación…pero ahí, entre la calle Chestnut y mi buena suerte el joven canceló el ticket y mi corazón volvió a su latido habitual.
Mientras me pedía que por favor moviera mi vehículo así el camión de la limpieza podía barrer mi felicidad, todos los vecinos se aglomeraron en la esquina para testimoniar un milagro: la cancelación de una multa a una joven vestida como un espantapájaros. Y cualquiera que me viera desde su ventana, el regreso de Huckleberry Finn.
Insisto, en la vida son las cosas simples; Lionel Messi también diría que patear la pelota es algo simple, pero a él le pagan 100 millones de dólares anuales, mientras que a mí me hacen la gauchada y me ahorran el disgusto.
Yo no pateo pelotas, pero pateo comas, gerundios y el maldito tiempo que me está llevando publicar este libro. A lo mejor algún día llegue a ser como vos Leo, que trabajas dos horas por día mientras tus millones se van triplicando a medida que se aproximan los mundiales.
No les prometo un mundial de escritura, pero sí un nacimiento: mi libro.
Ya tiene nombre y sabemos lo que pesa; que nadie lo dude, este es uno cabrón, con mucha personalidad y varias vidas encima. No jugará al fútbol, pero puede que llegue a la final y se ponga de moda la lectura en vez del deporte.
Los espero en la mesa de parto de “libros no personas”. Si me ven un poco mareada es que un sujeto me atacó por la espalda y un predicado por el costado. Acepto reglas gramaticales, flores y escopetazos literarios.
¡Nos vemos en el sanatorio!