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9 semanas y 1/2 ( de recuperación visual)

Anoche tuve una cita con la ex diosa de Kim Basinger y el cirugiado de Mickey Rourke en el clásico de los ochentas; 9 semanas y 1/2.

Él, un banana seductor con las uñas largas y sucias— detalles que si hubiera sido directora jamás hubiera permitido —ella, una modelo petite marcando la tendencia strip-tease que nació con la canción de Joe Cocker, “Leave your hat on” arruinando mi imaginación por el resto de mis días.

La película, un fiasco. En aquella época nos pareció la hostia porque era la primera vez que veíamos un trasero al aire, no como ahora que la pornografía es el alimento del mundo. Y si a Mickey no le mirabas las manos estaba para el beso contra la silla de oficina. Bien vestido, bien hablado y con una mirada capaz de derretir el termo con el que tomo  mate todas las mañanas. Era lindo, no había dudas, Hollywood no invertiría millones de dólares en dos feos haciendo el amor bajo la lluvia en una terraza. Perverso en muchos aspectos, divertido en otros, pero con el detalle que hace pico en el núcleo del guion; miedo a la intimidad— juro que mi ex hubiera hecho el papel a la perfección. ( con un par de kilos menos, claro)

El rodaje es en New York, en el New York de los artistas y los innovadores, no el New York de ahora lleno de hombres de traje matcheando en Tinder.

Un New York desprolijo, con matices de rockstars y gerentes de banco mezclados en calles agitadas peleándose por un taxi.

Las escenas me recuerdan lo que era la vida sin teléfono celular y sin computadora: simple.

Me pregunto como sería el Mickey de ahora, haciéndole el amor a Kim mientras atiende el celular y chequea el stock market en simultáneo.

Lo digo y lo repito; al romance no lo mató la sociedad, lo mató la tecnología. Bueno, en el caso de Mickey, el Botox. Muy flojo los médicos en agregarle tanta gelatina al producto que le cambió la cara a este hombre para siempre, ¿alguien vio a Mickey Rourke últimamente? Él y Axl Rose parecen sacados de un horno en donde la masa tenía demasiada levadura; inflados, deformados y listos para el pinchazo con tenedor para aflojar esos cachetes. Admito que ninguno de ellos me tocó el cuore, ni antes, ni ahora. Empezando por Axl que aullaba como una hiena con su banda “Guns & Roses”— por Dios cambiá ese nombre ya que hay guerras mundiales en nombre de las armas. Siguiendo por el actor que solo triunfó con películas relacionadas al sexo—digamos que no es un buen comienzo. 

Al terminar la última escena ella se larga llorando porque sabe que él no tiene cura, ¿por qué las mujeres se obsesionan con ayudar a los hombres? Entiendo lo maternal que habita en nosotras por herencia, pero chicas…no se puede amar a alguien por su potencial, porque después les pasa lo de Kim; vacío y decepción.

Apagué el monitor que estaba encandilando mi buen gusto con estos actores y me tomé un ibuprofeno para el dolor de cabeza. Mi sistema neurológico sabe cuando le tiro chatarra y cuando no.

Me fui a dormir y soñé que Mickey (versión 2019) me pasaba a buscar en ojotas con la camisa abierta cortando pecho para llevarme a la playa de Marin, cerca de donde vivo. En la pesadilla me acuerdo de la vergüenza de salir de mi edificio y que me vieran con este hombre con la cara de goma; tenía miedo a que mis vecinos pensaran que yo fuera superficial— y que vendiera droga de la mala.

Pero hoy me levanté fresquita y agradecida de que esta gente está en Los Ángeles y yo acá, en la belleza descomunal del Bay Area. Contando las gaviotas y sumando los últimos grados del verano.

Tengo buen gusto para el cine, pero anoche se me fue la pinza con Netflix, esto me pasa cuando ya me tiene harta con la pre-selección de películas con Benicio del Toro o Julia Roberts o Jack Nicholson como si fueran la caña y tienen más años que el azufre. 

Me estafa y lo hace en mi cara entonces yo le hago un “quiero vale cuatro” y se arma la timba con las queseras que no valen un duro.

Doce dólares al mes para terminar haciendo el amor con un tipo que usa peluca y no se sabe si es hombre o mujer. 

Mi psicólogo interno diría que al menos lo intento, pero el fantasma de mi agujereado corazón me desgarraría diciendo algo así como: hubieras elegido a Ryan Gosling y eso no te hubiera pasado. 

 

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