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Pandemia de llamadas telefónicas

Si escucho la palabra “coronavirus” una vez más, me voy a clavar la bombilla del mate en la venas y ahí sí van a ver lo que es un drama en serio. ¿En qué planeta atravesando una guerra viral se acaba el papel higiénico en el supermercado? Yo sinceramente estoy más preocupada por estas estupideces que por la pandemia en sí. No hay mas dentífrico en las góndolas; no hay más carne y leche tampoco. Esta es una raza tan primitiva que el desabastecimiento va a traer otros problemas, pero si la gente no distingue un virus que sale de la boca a uno que sale del trasero, las cartas están echadas, señores: vamos a morir. No hoy, no mañana y no por este virus, sino por la falta de coherencia.

Paralelo a esto, el teléfono no para de sonar porque lo único que podemos hacer es hablarnos por celular, vamos, me falta la vincha y la colita del pelo bien alta y estoy para el call center de: "enfermedades virales y cómo dejar de actuar como un idiota”.

 

— Ay amiga, ni siquiera en online dating me habla la gente. Este virus atacó las redes sociales también— me dijo mi amiga Paulina, divorciada con dos hijos.

 

— ¡Graciadió! Creo que este virus nos viene a educar a todos: a lavarnos las manos y a mantener distancia, ¡FINALMENTE!

 

— Ceci, la distancia virtual no aplica. 

 

— En esta dimensión todo es posible, nena. Tengo un amigo que macheó con alguien en Tinder, discutieron y la chica le deseó lo peor y al otro día se le murió el gato. Hablame de contagio ahí. La energía cruza más rápido que una enfermedad querida.

 

— O sea que vos me estás planteando que además de estar encerrada por quince días con mis hijos sin nada que hacer, ¿tampoco navegue por internet? 

 

— Yo solo estoy diciendo que si antes no había intimidad en la virtualidad, imaginate ahora. Entre el virus, el no contacto físico, la no demostración de afecto, y el no verse, vamos a desaparecer. 

 

— Ce, conozco unos cuántos que van a salir muy favorecidos con esta situación. Empezando por la gente que evade los vínculos emocionales. 

 

— Sí, el virus más letal. Pero viste que esa misma gente es la que se casa, tiene hijos y van a Claromecó de vacaciones. 

 

— Creo que prefiero la neumococo.

 

— Ese comentario viniendo de una divorciada se lleva toda mi admiración.

 

— Admirame cuando haga algo en serio: encontrar un hombre evolucionado en este quilombo.

 

— Cariño, la naturaleza está arrasando con una epidemia para llevarse a la mitad de la humanidad, ¿y vos pensás innovar dando con el 1%? A veces es mejor conformarse con un buen autor que buscar pareja. El solo hecho de buscarla te pone en situación de carencia. Y la verdad, Pau, entre vos y yo, a mi me parece que no te hace falta nada.

 

— Si todo el mundo pensara como vos, hubiéramos desaparecido hace rato, Ceci.

 

— ¿Ah, viste? Si no es el virus son mis teorías, nena. Alguien tiene que frenar tanta reproducción y sobrepoblación. A lo mejor el COVID19 es el nuevo profiláctico mundial. 

 

— Si te escucha una mujer embarazada en este momento, amiga. 

 

— Sería la primera en darme la derecha diciendo algo así como: ¿En qué coño estaba pensando en traer un ser vivo más a este campo de batalla?

 

— No, Ceci, no estás entendiendo bien el instinto de reproducción porque naciste sin el. 

 

— La palabra “instinto” te pone en offside, Pau, y por ese instinto permanecemos primitivos e ignorantes—extendiendo esta especie como si fuéramos la hostia. No sé si llorar porque no tengo más papel higiénico, porque cumplo años en diez días, o porque tuve que cancelar mi viaje a Argentina. 

 

— ¿Querés qué ponga la camarita así no te sentís sola? 

 

La soledad es mi aliada, no piensen más por mí por favor, y si realmente me quieren, pónganse en campaña para festejarme el cumple como lo merezco: recibiendo dinero.

Tengo cuenta de PayPal y un placard lleno de ropa. Say no more.

 

¡Nos vemos en el balcón regando las plantas!

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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