De conservadores a liberales
El día de ayer no se lo deseo a nadie, sobre todo porque llorar por política es como deshojar margaritas por un desconocido. Pero la ilusión de que alguien nos salve está en nuestro ADN; desde Jesús de Nazaret hasta Martin Luther King Jr., Buddha, Ganesha, Osiris, Ronald Reagan y con mucha mala suerte y viento a favor, Nestor Kirchner.
Desde la astrología hasta la videncia, pasando por la meditación hasta la ufología; el ser humano se ha embestido en una búsqueda interminable por encontrarle un sentido a la vida más allá de sí misma—como si el hecho de existir, no fuera suficiente. Y es que en verdad no lo es, porque si lo fuera, no estaríamos mendigando información al cosmos en vez de la fuente: nosotros mismos como extensión de la divinidad. El problema es que estamos luchando contra esa divinidad desde que nacemos, y la meta de este sistema lapidario en el que estamos inmersos es destruir ese amor para que seamos humanos inoperantes sin sensibilidad a merced de la esclavitud de nuestras mentes—operadas desde una consola llamada programación mundial. No voy a seguir con la chacarera de la deshumanización, si para esta altura no te diste cuenta, es que sos parte del problema, y mis relatos no te van a levantar ni con diecinueve remolques psicológicos y trescientos Ave María.