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A la mamma no hay quien le gana

A veces la gente me pregunta porque escribo autobiográfico, me encantaría decirles que es porque leí muchos memoir’s y me sentí inspirada, pero la verdad de la milanesa es que decidí documentar mi vida para no olvidarme un solo detalle y así tener un registro impecable de mis experiencias. Como por ejemplo, este fin de semana llegó mi madre de Argentina…Y cuando hablábamos de la seguridad de nuestro país se bajó los pantalones y me mostró una braga con cierre. O sea, ropa interior con bolsillos por si te asaltan y te matan al menos tu dinero queda protegido.

Si yo no escribo sobre esto, en un par de años me olvido, ¿y quién se quisiera olvidar la imagen de una madre abriendo el cierre de su braga para pagar un café? Convengamos que mi madre pertenece al grupo de especiales, una mujer de avanzada que en su época se casó con un vestido corto y naranja en una iglesia del pueblo en donde nació, Coronel Bogado.

El cura no se lo debe haber perdonado, pero cuando vio esas piernazas tornasoladas al descubierto en un pueblo de 1000 habitantes habrá celebrado su figura y para que negarlo, su transgresión de los años 70’s también.

Después de 40 años de aquel episodio, sigue rompiendo fronteras deslumbrándome con su espontaneidad.

 

— Esto es lo más cómodo que existe, jamás tengo que preocuparme por si me van a robar, me dice ella vendiéndome el producto anti-erótico. 

 

— O de tener que seducir a un hombre, claro.

 

Porque además me olvidé de contarles que en la parte trasera de su braga hay un agregado de goma espuma para que sus nalgas no parezcan de galgo como las mías. La genética, nunca falla.

Lleva su ropa a una especialista de fingir traseros y le hace una costura por dentro simulando una curva natural. 

Por supuesto que después de 6 meses el material se aplasta de tantas sentadas y lo tiene que llevar al negocio para el recambio, sin silicona y sin cirugía. Cortito y al pie: cola por detrás, cierre por delante.

Por el frente paga por atrás desfila. Lo interesante de mi madre es que a pesar de ser una mujer que lo habla todo, jamás me dijo del truco de la goma espuma, en cambio, esperó que yo hiciera un comentario de como le habían crecido las pompas a sus sesenta años. 

Lo que sí creció fue mi admiración, ya que para engañar a su propia hija vendiéndole nalga por liebre hay que ser bastante ducho. Esa es mi madre, una mujer distinta.

Como si esto no hubiera sido suficiente, me llamó desde Ezeiza para contarme que en las conexiones de su aéreo la iban a trasladar en silla de ruedas así no perdía tiempo. Por supuesto que a el empleado no le dijo que era una tenista profesional con más de siete trofeos en su mesita de luz, directamente le lloró la carta de mujer jubilada que no llegaba a su próxima conexión debido a las distancias de una compuerta a otra.

El hombre este— muy cercano a la mano derecha de Dios— le consiguió la silla para enseguidita tener que escuchar su próximo reclamo:

 

— Nene, ya sé que embarqué la valija, ¿pero la podés sacar de la cola así saco la campera?

 

Si, le dijo “nene” y si, consiguió que el chico fuera a buscar la maleta al Cairo. 

Llegó a San Francisco a horario y con la cara fresca y juvenil.

 

— Mamma, no tenes ni cara de cansada, ¿fue un buen vuelo?

 

— Ah ni idea porque me tomé una pastilla entera para dormir y me levanté espléndida.

 

Clonazepan 0,50 te debo una. Esa mujer estaba para el palco del próximo mundial de fútbol. Divina, descansada y lista para ser paseada por la ciudad más linda del mundo por su genética, que viene sin goma espuma y sin cierre pero con una madre que no cambiaría por nada del mundo!

 

Feliz día mamá, que se sigan repitiendo estás aventuras.

 

 

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