14 de solteros
Ceci, utilizaba condones XL, me dijo una amiga inaugurando la fiesta de anoche en donde festejábamos a San Valentín y claramente la atención por el detalle.
No voy a escribir sobre tamaños en mis relatos, ya que si nos está costando encontrar un hombre con alma, imagínense que además tenga que coincidir con su miembro viril. Esto es como pedir que los Rolling Stones dejen de cantar, sucederá algún día, pero no sabemos bien cuando. Y mientras todos pensábamos que no durarían dos décadas, hace cuatro que están mejor que yo, que pedaleo todos los días cuarenta y cinco kilómetros.
No es el caso de mi amiga, que su único deporte es gestionar los trámites para irse de esta ciudad lo antes posible.
— Pero, no entiendo Lola, ¿tu ex es de acá?
— No, alemán, pero da igual Ceci, la cultura ya pasó a ser un dato menor. Siento que no puedo estar más entre tantos hombres ingenieros, tal vez New York sea más diversa con respecto al sexo opuesto.
Turcos, persas, rumanos pasaban a lado nuestro y nos miraban las piernas rasuradas en el evento mientras yo abría los ojos y le decía a Lola: — pero, ¿y por qué se terminó con XL? — Me dejó Ceci, me dijo ella contándome que era la primera vez que se enamoraba así.
Mientras el DJ ponía la música a tope y la gente saltaba al compás de su estado civil, Lola y yo psicoanalizábamos el desencuentro actual entre hombres y mujeres. Nos hubiera encantado ahogar nuestro feminismo en una copa de alcohol, pero ninguna de las dos tomamos, y creo que este es nuestro primer problema a la hora de meternos en un compromiso.
No me sentencien de fatalista, tengo dos amigas que se quedaron embarazadas estando borrachas, ellas hoy dicen que era el destino, por suerte a mí ese destino me avisa cada veintiocho días, tiene varias cruces en el calendario, y un par de cajas no-XL en la mesita de luz.
Desprevenida jamás, y bajo los efectos del estupefaciente mucho menos. Ser consciente es una elección, y según las teorías de Lola y mías, la gente prefiere evadir verdades y chutarse lo primero que venga. Empezando por el sexo, siguiendo por la compañía y en varios caso si el patriarcado es muy fuerte: la procreación.
Entre mi grupo de amigos, he escuchado barbaridades cómo: “ni loco me caso, yo estoy con ella porque quiero hijos”. Si me están leyendo, saben bien quiénes son. Uno pensaría que esa frase salió de la boca de un hombre de los años cincuentas. Pero no, fue en vivo y en directo en my city hace un par de meses atrás tomando un trago en Martuni’s.
Escribo autobiográfico, lamentablemente.
Pero de hamacar a un bebé de dos meses a la pista de anoche hay miles de siglos de historia, eso también es algo que el destino nos deseaba: que estuviéramos divirtiéndonos con nuestro grupo de amigos en vez de estar amamantando a un neonato a las 3 am. O en su defecto, estar con un hombre que pide condones especiales por internet porque su tamaño no está disponible en las góndolas de las farmacias locales.
— ¿En serio qué los pedía por internet?
— Te lo juro Ceci, y un día nos quedamos sin y fue un problemón.
Lo imagino, tanto que hoy mi amiga se quiere mudar a otra ciudad para encontrar el verdadero amor—que va mucho más allá de la reposición de condones.
Me regalaron una rosa antes de irme y se la devolví a la recepcionista diciendo: ya me clavé varias espinas, no necesito una más.
La chica se asustó, normal, no cualquiera rechaza una flor por más dolor que te cause agarrarla. Pero cómo a la gente también le gusta sufrir, iban todos pinchándose los dedos con el pimpollo.
Si me vas a dar algo, que sea de comer, no un souvenir que se morirá al día siguiente y me obligue a estar con la pincita de las cejas sacándome las astillas.
Por un San Valentin con menos capullos y más platos de comida para cenar.
Un beso en la frente para todos desde mi guarida de la calle Chestnut.
Acepto deliveries hasta las doce y jazmines asiáticos solamente. Grazie mille.
Ceci Castelli