Digitalmente in-seducida
Once de la mañana, dos encares virtuales simultáneamente.
El primero lo dejo pasar porque al menos está soltero, el segundo sale con media ciudad de Rosario, el lugar que me vio crecer y me convirtió en el ser inocente que me habita.
De sobra tengo que agradecer al fotógrafo que tuvo un tercer ojo para sacarme la foto de perfil de mi red social, ya que estoy segura que ninguno de ellos me han agregado por la profundidad de mi alma.
Al primero lo voy a llamar Luis Miguel y al segundo Ernesto Gauna, para los desinformados: Pocho, La Pantera.
Luismi tiene 40 años y es artista, al menos se tomó el trabajo de seguirme por un tiempo estudiando mi perfil y encontrando muchas cosas en común, como por ejemplo el humor. Sincero, sensiblemente jodido, carilindo, y con una declaración no menor, quiere venirse a hacer un curso a San Francisco para conocerme. Aclaremos que cuando yo vivía en Argentina las únicas invitaciones que recibía eran para tomar un helado en Yomo y para hacer el amor sin profilácticos. Supongo que la frase “nadie es profeta en su tierra” fue inspirada en mi estado civil, porque desde que me fui de mi pinche ciudad no paran de llover candidatos. Tampoco lo digo con arrogancia, ya que no es ningún halago que me admiren detrás de un monitor cuando ni saben de que signo soy.
El segundo interesado, Ernesto Gauna, me agregó por el impacto visual que mi foto le causó, porque no se tomó el tiempo ni de evaluar que amigas teníamos en común, ya que una de ellas salió con él. Y no cualquier amiga, una muy especial que dicta de una inteligencia superior y una belleza a prueba de safaris y animales muertos en el camino. Lo interesante es que Ernesto es abogado, y si este detalle se le pasó por alto no quiero imaginármelo en la corte suprema de justicia. Lo no-interesante es que me dijo que yo era una chica muy diferente y que mi inteligencia no era algo que él veía muy a menudo.
Tal vez no seguido, pero por lo menos una vez a la semana, siendo esta la frecuencia con la cual se veía con mi amiga.
Me confesó que con mi amiga tuvo un rollo y nada más, forzándome a ponerme la capa de abogada tuve que decirle que mujeres inteligentes y lindas en Rosario es lo que sobra. Evitó el confrontamiento del jurado que vive en mí y enseguida me pidió de hacer una videollamada, lógicamente para comprobar que la chica de la foto del perfil se asemejara al idilio que mi imagen le había causado. Superficial no señores, estratégico.
Mi cámara, que se rompió desde que Narciso vio su imagen reflejada en el agua, no pudo darle el gusto, pero él enseguida me tiró un “no pasa nada corazón”, como buen galán que es con el sexo opuesto. Esto no lo dije yo, sino mi amiga que me contó el prontuario de nuestro paciente de la clínica de nuestro análisis, uno que está en llamas desde el 9/11.
Desafectado por la catástrofe de encararse imaginariamente a la amiga de una chica con la cual estuvo, continuó con su discurso musical lamentándose de que viviera tan lejos. San Francisco, te debo una, unas 18 mil raíces al cuadrado.
Acontentado de haberme conocido y con una dulzura peculiar que hace que siga soltero a sus 35 años, nos despedimos con un breve mensaje de amor: la promesa de escribir un relato basado en nuestra conversación.
Él se revolcó de alegría con mis palabras emitiendo caricias a su ego— que jamás se tomó el tiempo de estudiar a su clienta, una que después de este relato será bastante indefendible.
Es un precio alto el que se paga por la calamidad de no estudiar bien un caso, ¿no? aunque dudo que un tipo que con una bala quiera matar a dos pájaros le importe mucho lo que piense su víctima. Pero a nosotras—mi amiga y yo—nos importa mucho lo que decimos y hacemos, porque esto define nuestro carácter, uno que se destaca por no andar zombies por la vida descuidando el sentimiento propio y el ajeno. Pero este es el siglo XXI, uno representado por la gratificación instantánea, el copy/paste, block, remove, reset. Seguramente Ernesto Gauna seguirá agregando chicas lindas a sus redes sociales hasta reventar su síndrome de Peter Pan y llegar a los 45 orgulloso de haberlo vivido todo.
Mientras tanto, agradezco estar a 10.000 kms de distancia, no de Ernesto, sino de la superficialidad de los tiempos que corren. Entiéndanme, soy de las que escribía papeles de carta, leía Oliverio Girondo y rebobinaba el casete con una birome para no quedarme sin pilas.
Soy una mujer movilizada por el arte y la profundidad de las relaciones, no por la frivolidad y la estupidez humana. Si me quieren conquistar empiecen por no aburrirme con querer llevarme a la cama sin siquiera haber estudiado mi personaje. Y principalmente y por sobre todas las cosas…No anden hipnotizados por la vida, sobre todo en una profesión que requiere verdad y justicia.
Y para finalizar este relato…Si no quieren ponerme a dormir para siempre, dejen de iniciar una conversación digital y preguntarme adonde vivo, ya que lo dice en el casillero debajo de mi foto junto a mi página web.
¡Grazie mille y buena semana para todos!