Rosario
A 4 días de mi partida, asomada del balcón que negociaste conmigo para que mi estadía fuera con vistas al río y no a tu conflictuada realidad, regalándome lo único que me podes prometer sin romperme el alma una vez más. Hasta marearme con tus mentiras y tus verdades y mi desdibujada angustia de nunca haberte pertenecido. Rosario, me lo diste todo y me lo sacaste todo...
y el resultado de tu transacción con mis sentimientos me dio todas las herramientas necesarias para sobrevivir a las catástrofes emocionales más grandes de este mundo. Y me paro en este balcón mirándote fijo para que me des una respuesta antes de partir preguntándote si ya no fue suficiente...y vos solo podes quedarte ahí, llena de agua y barcos y bares y amigos que son irreemplazables y personas que solo pude encontrar acá y que no se repetirán en ningún otro lugar. Amigos a los que llamo familia... que encontré solo en vos Rosario, como la ironía que sembraste en mí para que me pudiera reír de todos los tajos que me causarías al abrirme de verdad y quererte bien. Yo no era para vos, Rosario, y al menos al sacármelo todo, me dejaste libre para que te deshabitara y encontrara una ciudad que me aceptara como soy, que entendiera la sensibilidad de un lenguaje no bastardeado por la falacia de pretender ser algo que no es. Pero vos siempre lo supiste...y por eso presionaste para sacarme buena haciendo que el dolor se transformara en otra cosa y poder así partir sin tristeza. Rosario, me lo diste todo y me lo sacaste todo y yo solo me quedé con tu amor. Un amor que no cambiaria por nadie ni nada, porque este amor me hizo ser quien soy y me llevó a la ciudad que amo. Graduándome de tu difícil escuela... una de contrastes y desamores y dificultades y de sufrimientos innecesarios. Te acaricio con los últimos días que nos quedan... y te abrazo fuerte sin tocarnos las heridas para que las grietas no se abran y nos recuerden cuanto nos hemos querido. Desde la calle Buenos Aires, gracias a todos por haber estado conmigo. Cecille.