Preparando la Tetera
Siempre creí que la genética me había favorecido hasta que la semana pasada mi amiga Daniela me dijo que tenia que ir al gimnasio. La gente prende velas a los santos y le rezan a Jesucristo, yo la escucho a Daniela. — ¿En serio me lo decís? — Si Ceci, la musculatura se pierde después de una cierta edad, no alcanza con solo andar en bicicleta. Mi lunes había quedado arruinado para siempre, me pesaba más aceptar esta realidad que visualizar mi cuerpo discutiendo con una mancuerna. He batallado con los manuales de IKEA por 7 años, ¿y ahora también con las maquinas para estirar el elevador del omóplato? — Ceci no te preocupes antes de tiempo, te inscribís en un gimnasio cerca de tu casa y te anotas en una rutina semanal. Como le explico que rutina es picar ajo para el almuerzo, no levantar 10 kilos mientras el sudado de mi vecino frunce la cara mirándose al espejo puliendo su autoestima. ¿Alguien alguna vez entró a una sala de maquinas? Es como encontrarte en el laboratorio de Frankenstein, sabes que vas a salir bueno pero vas a tener que pasar por una lobotomía. Además soy torpe, que se me caigan las llaves no pasa nada, pero ya que se me caiga una pesa de 5 kilos en el pie frente a una audiencia no amerita un show. Pero Daniela estaba en lo cierto con algo…este trasero de galgo no puede continuar así, y si tengo que ponerme en cuclillas para hacer una tijereta con un abrojo de metal en los talones mientras los muchachos saludan mi entrepierna pues venga, feliz 2019 and wish me luck! Adios chica cool escuchando The Killers en la bici y pasando los semáforos en rojo. Ahora la que está en rojo soy yo, de la vergüenza de imaginarme tirada en el piso suplicando musculatura junto al sudor grupal condensado en una sala cerrada escuchando Jon Secada. ¿Será este el infierno del que tanto hablan? Lo que uno hace por unos muslos contorneados y unos biceps que no parezcan flamencos pidiendo agua. Después de debatir la escena imaginaria en mi mente tomé coraje y me acerqué al gimnasio de la zona para que me reciban un par de asistentes detrás del mostrador excedidos en cafeína, o efedrina, o anabolicos o quien sabe que, porque a mí que nadie me venga a decir que levantar pesas es la caña. — Hola linda, ¿te acompaño a recorrer el gimnasio o preferís ir sola? Que me lindeen de entrada me pone a la defensiva, no te conozco y entiendo que cobres una comisión por inscribirme pero por favor que mi belleza no sea tu pretexto. Después de todo es una sala de pesas, no Legoland, si necesito un mapa te lo hago saber. — Si queres podes probar cualquiera de las maquinas, te veo a la salida! La canchera en mí murió hace rato al observar como toda la gente dominaba las maquinas con la frescura de un neonato. Vengo remando con este karma desde la secundaria, todo el mundo sabe todo y yo no entendí nada. Clarísimo está que este sitio no es el mío, ¿pero puede ser posible que exista un meridiano en donde se encuentren personas con mis dificultades? Pum, pam, chac, plaf, ponen el maldito ladrillo de metal en lo que se parece a una cubetera industrial y yo siento que en cualquier momento me meto ahí y me guardo para siempre y me olvido de todo este asunto de endurecer mi ego para salir a la cancha de la vida y caminar esbelta. — ¿Necesitas ayuda? Me dijo uno que me vio lista para la regresión a mi infancia. — Más que ayuda necesito que alguien viva por mí, ¿crees calificar? ( risa nerviosa no genuina). — No pasa nada, yo al principio también tuve dificultad en entender como tengo que preparar la maquina para mi peso y estatura. De repente sentí que tenia que hacer una regla de tres, vine al gimnasio para ejercer mi musculatura y resulta que las malditas matemáticas se están cobrando venganza. — ¿Peso y estatura? Le dije a punto de sacar un Kleenex de la cartera. — Bueno, si, pero vos empezá tranqui, eso ni lo mires. No, tranqui es el te de manzanilla que me estoy por tomar en el bar de enfrente mientras renuncio a esta idea de huir de la flacidez. — Mi nombre es Zion, ¿el tuyo? — Prometeme que si te lo digo queda entre vos y yo y las pesas ni se enteran. — Será que tu talento es el humor y no el gimnasio. — Desde ya, lo que no podemos pedirle al pobre es que levante 5 kilos por mí, y mucho menos que entienda de que se trata cada maquina específicamente. Anyways, hola, soy Cecilia. — Ceci vení, vamos a sacarte el miedo— me dijo como quien nutre a un párvulo. Debo confesar que me sentí cuidada por un extraño y que el solo hecho de que alguien me caminara por todo el gimnasio con tanta dedicación me levantó la autoestima sin tener que tirarme en una camilla a simular conocimiento. Hablamos de dietas, de meditación, de viajes y de estilos de vida que ayudan al cuerpo a mantenerse en eje, le pregunté si su nombre había sido un resultado de la película The Matrix y terminamos hablando de cine. Cuando me fui lo saludé con un apretón de manos diciéndole gracias por el tour y la conversación, y él, tan centrado y musculoso me dijo— el placer fue mío Cecilia, cuando quieras practicamos una rutina en el gimnasio juntos. De alguna manera este planeta siempre se las arregla para acercarme a los potros salvajes a mi radar sin darme las herramientas que necesito para ser autosuficiente. Pero no teman señores, salí gauchita en la escritura, no se puede ser bueno en todo en la vida, así que si ven a una chica sin trasero por la calle saluden, soy yo que le escapé al gimnasio por tres décadas! Los quiero un chingo! Feliz Jueves para todos, Cecilia Castelli