Las mentiras de la historia
Siempre supe que en la escuela me mintieron, pero no tenía las herramientas para avalar mi postura porque antes de investigar los hechos históricos que ellos me quisieron vender, me quedaba dormida en el pupitre.
No puedo decir que esto fue enteramente por culpa de los docentes, pero hay que tener un morro bastante grande para tragarse libros de esa manera y repetirlos sin cuestionar quiénes fueron verdaderamente los héroes de este mundo. En el fondo creo que siempre intuí toda esta manipulación escalofriante de tapar la mugre con conquistas falsas, y para cuando me gradué, incineré los apuntes en mi memoria desechando líderes favorecidos por el sistema. Este es el problema: la historia siempre es contada desde un solo lado y generalmente de una lado corrupto. Pienso que si en los 1800 hubiera existido internet, no se hubieran publicado tantos libros distorsionando la realidad y acomodándola hacia donde convenía. Haciéndonos creer que las guerras mundiales fueron causadas por diferencia de ideales o de clases o de religión. Seis años escuchando las mentiras del sistema educativo—que más que enseñar te hacen una lobotomía para que no puedas sacar tus propias conclusiones llegando a un análisis crítico de los hechos—que me enviaron a una siesta de veinte años.
¿Estamos de acuerdo de que el sistema educativo es paleolítico? No, claro que no, porque sin educación no hay consciencia: me dicen todos los olfachones que cursaron con 9 y 10. Esa es la trampa que el adoctrinamiento escolar te quiere hacer creer, porque es un sistema basado en la repetición, no en la creación. Nos quieren hacer creer que nos están formando, y sí, lo están, en soldados que aceptan órdenes. Si el sistema educativo nos estuviera formando, trabajarían con nosotros desde nuestra personalidad—ya que somos todos distintos y venimos con diferentes capacidades—no desde nuestro talento para almacenar información y después repetirla como loros.
Y cuando logran el objetivo, ya no queda tiempo ni energía para utilizar la imaginación a nuestro favor.
Gracias a mi rebeldía a prueba de amonestaciones, despidos, desaprobados en rojo y libretas falsificadas, logré ser una persona libre de pensamiento. Y aunque fui mal vista por mi comunidad y sentenciada por mi familia por no cumplir con el puñetero mandato, hoy agradezco haber desafiado mis estudios académicos hasta el final. Rotando de escuela en escuela, desfilando otra realidad posible: habitar el mundo sin traicionarme. Lo peor no es que te vaya mal en la escuela, lo trágico es que dejes de ser quién sos para complacer a un sistema que le vale madre tu espíritu.
Toda mi pubertad y adolescencia fui víctima de una institución que te castigaba si no aprobabas y te premiaba si te eximías. Cómo a las mascotas, good boy, bad boy.
Y hoy, siglo XXI, tenemos una raza de ineptos pegados a las pantallas digitales que no pueden pelar una manzana sin consultarle a Google. Si sumamos internet más el sistema educativo y económico, creo que vamos a la reducción de la población solitos. Ya que es muy difícil defendernos cuándo no sabemos cómo llegamos hasta acá en primer lugar. Fíjense que fui generosa y descarté la complejidad psicológica inherente a nuestra existencia, pero ya exigir frutos a un tanque de agua es too much.
Tal vez lo polémico sea que nadie se plantea estas cosas tampoco; confían en el tiempo, los gobiernos, la medicina y después llegamos enfermos a los treinta años culpando una desatención de la niñez, cuando en realidad no tuvimos el carácter que se necesitaba para confrontar un sistema tan lapidario como este. Ya que tenés que tener coraje para cuestionar las atrocidades que este mundo ha hecho con nosotros.
Y la ecuación se reduce a una muy simple: querer saber la verdad a cualquier precio. Acá es donde los veo tirarse del precipicio, porque somos así de brutos, preferimos la muerte a la verdad. Cómo el sistema lo sabe, activaron un virus que induce a perder la vida sino seguís las reglas, sabiendo que es más fácil amenazarte con la muerte que ponerte a investigar la verdad.
Un panorama desolador de la decadencia de nuestra especie, consumida por los medios, la comida chatarra, el criminal de turno y un barbijo descartable. No podemos decir que esto lo aprendimos en la escuela, pero al no hacer nada al respecto de seguro le dimos el gusto.
Por el despertar urgente de la consciencia.
Namasté!
(El plagio es delito, si vas a compartir esta obra por favor respetá mi nombre al final de la misma. Gracias)
Ceci Castelli