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Siglo XXI

Hablando con mi vecino—después de tres años de compartir la medianera, preguntas de fusibles explotados y cuestionamientos sobre la manipulación de los factores climáticos—, me arrinconó contra el felpudo de la entrada reclamando explicaciones sobre mi estado civil. 

 

—Ceci, ¿por qué estás soltera? 

 

—Porque la matemática no falla. Quiero uno con 80% alma, 20% ego y agregale sentido del humor a la fogata y está más difícil de encontrar que el cuerpo de John F. Kennedy Jr. 

 

—¿Alma? No sé a qué te referís con eso.

 

—Exactamente. ¿No pensarás que la búsqueda espiritual es lo que predomina en este plano, no? De ser así, no existiría el 50% de divorcios. 

 

—Bueno, un científico te lo podría debatir porque el alma no es algo que se vea o se pueda medir. Al fin y al cabo es como creer que existe un Dios. Cuestionable e inmedible. 

 

—¿Cuál sería la opción?¿Darle todo el crédito a la psique humana, falaz e impredecible?

 

—No, por eso existe la duda, instalada en nuestra programación para que aprendamos a discernir.

 

—Eso es lo que venimos haciendo desde la era paleolítica, avisame cuando veas algún avance. 

 

—Depende a lo que llames “avance”.

 

—Qué facil me lo ponés, ni vos te lo creés. Estamos tan estancados en un círculo de repeticiones históricas y psicológicas que si me pongo a tirar las cartas probablemente llegue a comprarme la casa frente al mar.

Humanos, tan predecibles que para ver el futuro solo tenés que atar los cabos. Predicción no, agenda setting.

 

—Ceci, no podés negar la evolución humana, lo que estás planteando es una locura.

 

—¿Evolución humana? ¿En qué términos? Jamás hubo más decadencia artística, social y cultural como en los últimos tiempos. El declive de los valores morales ha llegado a menos cero, darling. Hay menos compromiso emocional que en cualquier otro momento de la historia y la hiper estimulación de factores externos nos ha llevado a la bancarrota espiritual. 

¿De cuál evolución me hablás? ¿La de los autos que se manejan solos o la de la falta de conexión entre nosotros?

 

—Estás extrapolarizando un tópico. Hemos crecido en algunos aspectos y nos hemos estancado en otros.

 

—¡Cliche! Ese es el engaño al que te sometió el sistema para que creas en un progreso que patina en falso. Si el crecimiento no viene desde lo espiritual, es solo ruido disfrazado de promesas de un mundo mejor. Pero vos no lo querés escuchar porque la ignorancia en algún punto es una bendición—que trae muchas enfermedades, pero bendición al fin—.

 

—Bueno, si pensás así probablemente la chance de que encuentres a alguien está más difícil que creer en la Virgen María. 

 

—Lo dejo en manos de Dios, como siempre. No me preocupa quedarme sola, lo que en verdad me desanima terriblemente es estar rodeada de gente sin un propósito por encima de sí mismo. A lo que agrego, el día que parta lo haré felizmente.

 

—Dejame adivinar…Creés en la reencarnación. 

 

—Sin dudas, y con deudas pendientes, sino no estaría acá en lo absoluto.

 

—Sin embargo, es un buen momento para estar vivos.

 

—¿Lo decís por vos y yo, no? La mayoría de la gente opera en sistema automático, supongo que esa era la evolución que vos mencionabas.

 

 Terminamos nuestra charla filosófica en los pasillos de la calle Chestnut y nos dimos un abrazo para continuar con la ilusión de sentirnos importantes e impredecibles en un mundo que jamás nos pidió algo a cambio. Solo que nosotros, tan arrogantes y necios, nos tomamos la píldora de un camino sin esfuerzo para que otros decidieran por nosotros.

 

 

(El plagio es delito, si vas a compartir mi obra que por favor aparezca mi nombre al final del relato. Gracias).

 

Ceci Castelli

 

 

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