Deudas kármicas
Hay gente que se enorgullece de haber formado una familia, otras de haber logrado metas académicas, algunos de comprarse una casa y otros como yo, con un pico de adrenalina por haber conseguido una cochera en el edifico. ¿Les dije? De la calle Chestnut.
Por favor que nadie me juzgue de simplona, el refugio es para algo mucho más visionario que la carrera de triple ingeniería con salida laboral en Marte. Mi querido garage—que estaba en lista de espera debido a mi estrategia comercial teñida con una gota de sangre judía—no estaba disponible porque pedían una cifra que excedía las enseñanzas de mi madre: “cuando vos querés algo tenés que saber esperarlo”. Supongo que su transacción también incluía al amor, ya que hace treinta y cinco años que su escuela está deshojando margaritas a ver si alguno la pega.