La política del suicidio
¿Queda muy patético decir que extraño a los narcisistas que ahogaban mis relatos con soliloquios de una hora sin tragar saliva? Pensar que antes me quejaba por verlos comer con la boca abierta, ahora por verles la cara y adivinar si son hombres o mujeres.
Entre el humo, los incendios, los bozales y las noticias estoy armando un grupo de suicidados anónimos: grupo especializado en muertes ficticias para desaparecer del sistema. Una nota, una firma y un: “sabés que nunca encajé y esto va más allá de mi felicidad”.
Si las cosas fueran más simples hubiera tomado el coraje, pero mi familia me necesita y odiaría que vean la silla vacía para navidad.