La avaricia, un viaje sin retorno
Dos semanas atrás fui a un evento en Miami, ciudad a la que escapo por miedo a ser apuntada con una uña de acrílico o pisoteada por plataformas de 7 cms. La cosa se pone más chunga cuando esa escena se alcoholiza y las pestañas postizas empiezan a volar por el aire creando el panorama más desolador de esta generación. Una generación de mucho sexo sin amor, muchas fiestas sin amigos, mujeres operándose para estar buenas y salir con hombres ricos. Hombres queriendo ser ricos para salir con mujeres buenas, y el amor ahí, solísimo. Un mundo que sabe el precio de todo y el valor de nada. Y ahí estoy yo, una escritora en el medio del huracán que predomina el latido flojo de una sociedad quebrada espiritualmente.