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Cumpleaños de Carolina

Sábado por la noche, 12 grados, llovizna, y The Giants (equipo de baseball) jugaban en el AT&T Parkque quedaba justo pegado al departamento de Carolina— la cumpleañera que hacía una fiesta en su casa mientras yo en mini-falda, tacones y un ramo de flores batallaba contra el hormiguero de gente para llegar a destino. 

Hey babes…! Nice Legs! ¿You wanna have sex with me tonight? Me gritó uno que pasó a mi lado mientras yo me tapaba la cara con un jazmín asiático. Mientras el viento me empujaba para Croacia y la gente se me tiraba encima, di con el palacio de la rock star— una que casi ni me reconoce al entrar porque mi pelo parecía el de Cindy Lauper.

— Feliz cumpleaños querida!! Le grité  a la anfitriona mientras ella me miraba a través de sus ojos eléctricamente azules haciendo juego con su vestido, que a su vez hacía juego con sus zapatos. Estoy convencida, ese conjunto se lo había prestado a Heidi Klum en el desfile de Versalles. Impecable. Una modelo de Alicante que arrasaba con la noche, los invitados, y el vino también…ya que esos dientes no podían ser violetas en vano.

En un espacio de 55 metros cuadrados había 80 invitados, 20 mujeres, y 60 hombres más solteros que la película Karate Kid. Caro— sin saber que yo me casé hace dos semanas conmigo misma—me dijo que había mucho señor sin pareja, no utilizó esta palabra, pero más de uno podría haber sido mi padrino. Nunca estuve tan orgullosa de estar en mis 30’s y ser bautizada. Si me van a presentar a alguien, que sea la bandeja de quesos— que es a donde me instalé cuando la pusieron en la barra. Se me están pasando muchas cosas en esta vida, pero el hambre no es una de ellas.

Que lindo no tener que hacer sociales porque tengo la boca llena y una amiga que hace el trabajo por mi: Gloria Ferrer. Gloria iba de charla en charla pasándome el colesterol y el hemograma completo de los candidatos que desfilaban por mis narices. Salvadoreños, mexicanos, alemanes, catalanes y un australiano que se fue al dormitorio de la cumpleañera a chaparse a una asiática. Esto último lo sé porque cuando fui inocentemente a buscar mi brillo labial los vi echados en la cama, y ella estaba haciendo el papel de Memorias de una Geisha, él no sé bien quién era, pero de seguro que no estaba teniendo la paciencia para chutarse todo el plot hasta morderle la boca. 

A mi retorno de la habitación me crucé con un chaparrito que se me abrojó sin cuidado ni permiso, y sacármelo de encima fue como volver a construir las Torres Gemelas de cero. Que pesadilla!! ¿ Acaso no ves que estoy revoleando los ojos cada 10 minutos querido? ¿ Cuántas señales son suficientes para que un hombre se de por vencido? Ubicación capitulo 12. El prólogo del primer libro de Freud lo describe. Un caso perdido. Gracias a Dios a la media hora llegó Jean Pierre, un francés que cautivó mi atención inmediatamente, no porque fuere el héroe de mi noche, si no porque no tuvo la necesidad de promocionar su éxito y venir a sacarme algo a cambio de nada— la estupidez humana que me tiene hasta la zorra.

El se quedó conmigo hablando de la vida mientras el petiso hacía de Kevin Costner en El Guardaespaldas— pegadito a nosotros como si tuviéramos un churrasco para ofrecerle. 

Siempre ataco a mis víctimas ni bien los conozco para saber si tienen la fortaleza para superar al enemigo, porque si la tienen, entonces son gente de mi calibre— un alto sentido del humor hilvanado con la profundidad de los de mi especie. Santé! 

Jean Pierre me contó que estaba soltero y que nunca se casó ni tuvo hijos, pero un soltero a los 40’s no es lo mismo que un soltero a los 30’s. Hablamos muy poco como para detectar un patrón, pero es francés, y los franceses son magos al ocultar conflictos, sabía que con un poco más de tiempo y psicología reversa la verdad saldría a la luz. Pero vive en Boston y yo acá, en la ciudad más cool de Estados Unidos.

 

A la 2 de la mañana agarré mi cartera y saludé a todos rápidamente porque no quería que me llevaran el auto al corralón por segunda vez consecutiva en un mes. Nadie me saludó en retorno, el alcohol había distorsionado las imágenes de la gente importante y mi salida fue una raya más de la noche. Una raya en la jungla de flores que se habían acumulado en la casa de la anfitriona, en donde parecía más su muerte que su nacimiento.

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