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El funeral de Alberto

Cuatro porciones de pizza, una bolsa de golosinas y dos horas de notas periodísticas después, me encontré mirando una entrevista sobre un libro supuestamente escrito por Alverso Fernández titulado: “Contengo multitudes”. Atragantada con un hilo de mozzarella de mi cena, cinco minutos después me choqué con el subtítulo: “tengo la necesidad de una sociedad más pobre y primitiva, pero más igualitaria”.

Cualquiera puede publicar un libro, pero ya declarar por escrito cómo se llevó a la Argentina a la quiebra, superó mi desahogo.

Entre Pancho y Fernández he perdido las esperanzas en Argentina hace rato, ya que un país gobernado por un ladrón y un falso profeta dudo de que salga a flote, lo que sí saldrá adelante es mi visualización: Fernández colgado en la Plaza de Mayo por el pueblo. 

La política del suicidio

 

¿Queda muy patético decir que extraño a los narcisistas que ahogaban mis relatos con soliloquios de una hora sin tragar saliva? Pensar que antes me quejaba por verlos comer con la boca abierta, ahora por verles la cara y adivinar si son hombres o mujeres.

Entre el humo, los incendios, los bozales y las noticias estoy armando un grupo de suicidados anónimos: grupo especializado en muertes ficticias para desaparecer del sistema. Una nota, una firma y un: “sabés que nunca encajé y esto va más allá de mi felicidad”.

Si las cosas fueran más simples hubiera tomado el coraje, pero mi familia me necesita y odiaría que vean la silla vacía para navidad.

Las tiranías fomentan la estupidez (Borges)

 

Ayer un lector me dijo que estaba cansado de leerme y que hace un tiempo escribo siempre lo mismo. Supongo que el amoroso debe saber mucho de literatura, ya que estoy segura de que Hemingway, Joyce, Fitzgerald, Kafka, Wilde e incluso nuestro querido Jorge Luis Borges habrán llegado al éxito por adaptarse a las necesidades del lector. Le estuve por preguntar: ¿qué te gustaría que escriba?, tipo autora “a la carte”, un karaoke versión escritura. 

Yo creo que su decepción puso quinta cuando descubrió que no le puedo leer la mente y que soy libre de elegir el contenido de mis historias.

El maravilloso mundo de Disney

Para todos los que defienden la esclavitud y la pérdida de libertad, se agregó un canapé más a la bandeja política: los incendios. 

Te generaron terror sanitario manipulando tu salud, te fundieron tu negocio, te quieren chutar una vacuna obligatoria que altera tu ADN y te están quemando tus tierras en tu cara. No sé, ¿de repente estás esperando que aparezca el anticristo para que te la creas?

Están incinerando el planeta con químicos, fuegos, dictaduras anticonstitucionales y arrestos ilegales por pasear el perro en barrios desolados. Vos seguís tragándote el humo de los medios y nosotros el de terrenos con animales que perdieron su hogar.

Lo que está pasando es una Estado de Sitio mundial, donde mientras están por legalizar la pedofilia yo me estoy por mudar a otro planeta. 

¿Con los grises? Bring it on! 

Discriminación financiada

Discriminación financiada 

 

Siempre pensé que a esta altura del campeonato iba a estar a estar trabajando para un medio reconocido; maquilladora personal a mi derecha, chef a mi izquierda y un patrocinador que se encargara de todos los gastos de mi casa frente al mar. En cambio, me encuentro en mi departamento alquilado de la calle Chestnut, trabajando freelance y dando cursos de cómo preparar  c l o r i t o  de  s o d i o  casero: la cura del futuro. ¿Ah no les dije? Firmé por la libertad, y el Universo no se equivoca cuando elige tu puesto en el mundo. En malinterpretar la energía planetaria nuestra especie se ha programado para creer que la abundancia económica es sinónimo de esclavitud laboral, por eso hay tantas confusiones al respecto. No es casualidad que el sistema haya creado este caos, tanto en lo económico como en lo social hay claramente una brecha. El lema es un poco así: el vago cobra sin trabajar y el trabajador mantiene a los vagos. Esto aplica para los géneros también: el hombre sigue cobrando un 18% más qué la mujer, ¿culpa del hombre? No, culpa del sistema.