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Cat Club 2019

He arruinado mi reputación una vez más, y si alguna vez quiero que alguien me trate como la dama que creo ser, tengo que dejar de tirarme en el piso del Cat Club tocando una guitarra imaginaria mientras tiro la púa al público y me dejo caer sobre mis fans. Mis fans: Sofía, Valentina y un asiático con cólicos. 

Era jueves, y la noche del jueves es 80’s night. Después de 8 años de ir al antro uno creería que ya tuvo suficiente, pero ésto es como la maternidad, una vez firmado el compromiso, el hijo no se devuelve (o al menos no físicamente). 

¿Renovando votos? lo dudo, ya que ahora ni siquiera cobran entrada en nuestro boliche favorito. Un novio que no te pide ni un beso a cambio te hace dudar hasta de su amor propio. ¿El Cat Club se valorará cómo debería o está atravesando una crisis de mediana edad?

Cuando vi que la ventanilla estaba cerrada y mis 7 dólares flameaban en la calle Folsom esperando a ser invertidos en la iluminación del baño, el guardaespaldas en la puerta me dijo que no iban a cobrar más entrada los jueves con el fin de que vaya más gente— por no decir que si seguimos siendo los de siempre pronto lo cerraran…ya que ningún establecimiento puede mantenerse con un trago a 2 dólares ( y probablemente 15 la línea de cocaína en el baño).

Hey! Ho! Lets go! Y pegué un salto que al caer mi rodilla derecha  empezó a clickear. 

Joey Ramone: ni vos te lo curraste, me debes una.

La verdad que éste jueves el antro se había llenado…y entre el sudor hindú, los frijoles de la cena pre-Cat Club que se comió la gente y el olor a ajo, la pista parecía un locro de culturas a fuego lento.

Yo siempre le pido a todos los rockeros famosos que partieron que algún día mi casa frente al mar me obligue a quedarme adentro regando las plantas, pero como ésto no ha sucedido aún, mi cuerpo siente la necesidad de bailar a una de las generaciones musicales más creativas de la historia.

El querido Cat Club…un lugar que la gente no usa el teléfono ni se saca selfies, ¿quién pudiera estar orgulloso de verse arruinado con la pared descascarada de fondo?

Por eso amo éste lugar, porque a nadie le interesa quedar bien, y me atrevo a contribuir con una lámina de arrogancia diciendo que este sitio habrá sido fundado con una gota de mi ADN.

“It’s the terror of knowing what the world is about

watching some good friends

screaming ‘let me out’….” Desquiciados y anarquistas gritando junto a Freddy Mercury como si nos diera el cuero para revivirlo.

El Cat Club…un boliche altamente desprometedor. Donde los transexuales sienten una empatía inusual conmigo y me agarran de perchero cuando no dominan los tacos ó la borrachera ó ambos.

Un metro noventa de masa muscular apoyada en mi espina dorsal. Not kidding.

Fue un jueves distinto, porque cerraron la pista de atrás y estábamos más unidos que nunca, obligándome a salir al patio a tomar aire para encontrarme con un cartel que decía: el pasillo de la prostitución, y en la otra punta un Buddha con velas. El Gato es así, endemoniado y angelical al mismo tiempo.

Cuando era chica mis padres me dijeron que a ésta edad estaría casada y con hijos; nada de lo que predijeron sé cumplió…y no hay un solo día de mi vida que no agradezca ser la hija que jamás encajó con el modelo tradicional. 

En cambio, para festejar mi existencia, me subí a la tarima, me saqué la botella de agua del bolsillo de atrás utilizándola como micrófono y canté…

“ why can’t we give love, give love, give love, give love…” abrazándolos a todos eligiendo la familia soñada: la música y gente como yo; que nunca les interesó encajar y cumplir con el mandato social.

Brindo por la autenticidad de mi especie, ¡feliz sábado para todos!

 

 

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