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Casada con la verdad

 

Mi teléfono se quedó sin memoria por la cantidad de videos e imágenes que me llegaron por la cuarentena; el COVID, la gordura, la procrastinación, los negros cargando el cajón, el Apocalipsis, etc. 

¿Y todo esto porqué? Porque hay un temor intrínseco a la muerte que nos expone a reírnos pensando que a nosotros no nos tocará. Cómo si la muerte fuera peor que vivir sin un propósito. Y no sé ustedes, pero yo estoy viendo un desfile de ineptos que me hizo pensarlo dos veces. No la muerte, sino la forma de encontrarle un fin a la convivencia con tanto zombie listo para atajar el asteroide en el patio de su casa.

Con las crisis salen las miserias a la intemperie, desde la falta de papel higiénico hasta la manipulación de los medios de parar a siete mil millones de personas de que trabajen y no se terminen muriendo de hambre por ejemplo. No voy a ahondar en el tópico del sistema nuevamente, ya que creo que quedó clarísimo que lo que desean es un recorte de la población mundial. De lo contrario, el representante de nuestro sistema sanitario: Bill Gates, pondrá en marcha una vacuna que te van a poder encontrar hasta en un viaje astral. Culpan a la pobre muerte de ser una tragedia cuando en verdad tiene que ser un puñetero alivio salirse de esta vaina de payasos detrás del mostrador. Muchos de ustedes pensaran que estoy a favor de la eutanasia o algo así, pero muy por el contrario, soy una gran gozadora de la vida— hasta que me sacan mi libertad y me dicen lo que tengo que hacer. ¿Y qué coño voy a hacer con un chip en el brazo por el resto de mis días? Probablemente una extirpación clandestina y una fuga a una isla desierta que no tenga radiación, torres 5G, glifosato, fracking, alteración climática inducida y gente que no se informa de los desastre mundiales que nos van a terminar matando de todas maneras, solamente que de manera paulatina. ¡Uy! Me olvidé de que en algún momento me tengo que poner de novia también, ¿podré además agregar un hombre consciente en esa isla?

 

—Ceci, la gente se ha vuelta gorda y alcóholica con esta crisis ¿y vos pedís conciencia? Me dijo mi amiga Cata. 

 

— Pero fijate que son unos avanzados porque el virus no ataca a los gordos.

 

— ¿Quién lo dice? ¿Los médicos, la ciencia, el diario local, el noticiero, la cadena de videos de Pompeya o el Papa?

 

— Cierto, todavía no sabemos quién mató a John Kennedy y yo acá confiando en el diagnóstico. Es que los medios son así, perversos. Con la repetición te martillan la cabeza hasta que te lo terminás creyendo. Igual estaba contenta por los gordos.

 

— Yo te diría que planees mudarte a esa isla desierta con tus amigas solteras, que a medida que va pasando el tiempo son cada vez más.

 

No quiero predecir el futuro, pero además de gordos saldrán muchos divorciados de esta pandemia, nombrando mi próximo libro: el modelo tradicional y sus consecuencias. 

El problema es que si no pongo algún tipo de restricción hasta las casadas se van a querer mudar conmigo, haciéndome responsable de haber dejado a sus maridos por una vida más equilibrada. Esto no lo dije yo, sino Cata dos minutos después.

 

— Ceci, entre nos, después de muchos años de estar con alguien la relación pasional se transforma en una gran amistad, y la verdad que atender a un amigo por el resto de tus días no amerita el esfuerzo. Te lo digo yo que hace diez años que estoy casada.

 

— Tu caso es el del 90% de la población, Cata, pero hay un margen muy reducido de parejas que se encuentran desde el espíritu, que trasciende el ego y los quehaceres domésticos, ¿sabés? El tema es que nadie quiere bancarse la matemática solo. Entonces en nombre de la soledad encaran para el registro civil condenado el amor al fracaso, cuando en verdad el amor no tiene nada que ver con resolver un dilema. O contribuir a la ansiedad mundial de no querer morir solos. 

 

— Mucha filosofía nena, pero vos no te enfrentás con nadie ni nada, es muy fácil practicar el amor así.

 

Y es cierto, la fricción no es mi fuerte, prefiero que me acompañen más que me enfrenten. Vengo enfrentándome hace treinta años, agotada de la masturbación mental de las relaciones fundadas en el ego. Interminables debates sin progreso para una psicología que no puede sostenerse más a sí misma, porque el amor no radica ahí, sino el pensamiento nos daría paz y no cuatro mil discusiones para llegar a tolerarnos con un poco menos de resentimiento. 

Pero hoy no quiero hablar de eso, hoy levanto la copa por todos los gordos que están juntando calorías para el fin del mundo y por mi querida isla desierta, que supongo que vendrá con mi casa frente al mar; bueno, salvo que no me den los números y termine en el lote económico con una choza que da al estanque.

 

¡Buen miércoles para todos!

 

 

 

 

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