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Libres o vacunados

Hace un mes y medio que pisé tierra libre y creo que me lo voy a llevar a Ron DeSantis a la tumba. No me gusta escribir de política, pero por el gobernador de Florida, soy capaz de inaugurar un comité en la playa. 

¿Puede ser que Florida sea el único lugar sin restricciones en el globo terráqueo? 

Sí claro, porque la libertad ha sido un problema para el ser humano desde el hombre de Cheddar, sino no estaríamos acá, haciendo cola para vacunarnos. 

Somos tan involucionados que hemos optado por la esclavitud. 

Entonces la libertad siempre termina llevándose el protagónico del villano que amenaza con destruirte. Y el ser humano, tan empobrecido con sus  limitaciones, termina regalando su autoestima a unos psicópatas importantes que hacen dulce de leche con la nueva religión: el ateísmo.

Queridos ateos: si lo borraron a Dios de tu vida, van a borrar tu raza, tu sexo y la historia—aunque ya lo están haciendo—. Y borrarán tu cerebro medio y no distinguirás un hombre de una mujer, y mucho menos un Dios narcisista de uno verdadero. 

Los divorcios, los problemas laborales, financieros, estatales y mundiales siempre han sido por la libertad. 

Parecería que siempre estamos luchando por seguir sufriendo, porque somos tan cobardes que atribuimos a lo desconocido una amenaza para el alma. Pero nos apoyamos en unas métricas lucubradas por un siniestro clan. ¡Pues venga! Ese cinismo ha llevado a que me escape de la ciudad más progre de Estados Unidos y termine rodeada de vecinos que respiran aire puro, andan en bicicleta y no conocen la diferencia entre un PCR y una prueba de antígenos. 

Acá la gente juega al fútbol, al basketball, van a conciertos, fuman, andan en moto y bici sin casco, ¿y saben por qué?

Porque el miedo es lo que te enferma. El miedo es lo que trae peligro, infidelidades, pobreza, manipulación, deshonestidad y destrucción. 

Por eso estamos como estamos, porque la gente se hace caca en los pantalones. Porque tienen más miedo de conocer la verdad (personal) que de tirarse de un puente. 

Y yo me pregunto: ¿hasta cuando podrán seguir negándose mientras el mundo se cae a pedazos?

¡Malditos inoculados dejen un pedazo de tierra para los sobrevivientes!

Estoy segura, Lauderdale By The Sea (donde vivo), será una de las pocas superficies terrestres que los zombies no podrán acceder. Porque estarán en campos de concentración viviendo de planes estatales. Poniéndose la vigésimo cuarta dosis de quién sabe que número de cepa. Pegados a las pantallas digitales con un cable atado a una consola que les manejan las emociones. Emanando frecuencias radioactivas que cocinan huevos revueltos con solo acercarse a la sartén.

Obesos, transgénicos, llenos de hongos, virus, bacterias y un sistema inmune a punto del suicidio. Sin amor propio, sin rastro del árbol genealógico, sin raíces, con los sentimientos pegados a una computadora. 

Peleándose con el vecino por quién tiene más seguidores en las redes sociales, quién juega mejor al Fortnite y quién tiene más años sin vincularse con el sexo opuesto.

Será una población nueva; sin religión, sin hijos, sin género, una masa de borregos que prefirieron la falsa seguridad al trabajo personal.

Al esfuerzo de dejar las puñeteras distracciones superficiales por la búsqueda sincera de la verdad.

Serán lo opuesto a todas mis luchas personales, lo opuesto a todos ustedes que me leen y saben que algo está tan mal que si no estalla, implosiona. 

Porque aunque sigamos con nuestras vidas, y llevemos nuestros hijos a la escuela, y cenemos con nuestros amigos y leamos a Borges, algo en el fondo está tan roto que si no se desarma por completo, probablemente se auto destruya. Y a lo mejor la historia es así, un permanente renacimiento.

Excavando por un mundo donde entremos todos sin querer asesinarnos por nuestras diferencias. 

Pero por el amor de Dios y todos los mortales que amamos la libertad, pido un solo favor: que no me pongan más cerca de los demócratas.

 

Grazie mille.

 

Ceci Castelli

 

 

 

 

 

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