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El COVID en los tiempos del amor

Esta pandemia ha arrasado con muchas vidas, pero aparentemente no con las indicadas. No sé si el GPS del virus está mal programado, o los chinos agregaron más saliva de murciélago de la cuenta, pero los que se tendrían que haber ido, siguen acá. Estorbándome a altas horas de la noche para pedirme un hombro virtual sobre un futuro divorcio y una separación de bienes. Hello? Soy Periodista, no abogada. Aunque la intención de la víctima no era que diera el martillazo y dividiera los muebles por dos el consejo me lo pidió igual. Entiendo que el psicoanálisis forma parte de nuestra cultura y a pesar de que mucha gente se queja, les encanta escuchar nuestra opinión. Mi problema no es ese, ya que me sobran más opiniones que hisopados.  El núcleo del conflicto es que junto a la salud, la gente ha perdido el sentido común también. Y quieren escuchar lo que ya saben. Como si mis palabras fueran una cascada de agua fresca que les echa una visita por primera vez.

 

— Ceci, Johnathan me dijo de terminar, no me ama más y quiere que me busque un lugar para vivir. 

 

¿Qué tal la corte de San Francisco? Claro que no, ya que mi amiga se instaló en su casa sin firmar un solo papel, vamos, ni una tarjeta de Trader Joe’s. Cuando me contó que se estaba por mudar a la casa de su novio dejando su departamento con rent control, confieso que me entró la preoccupazione. Acá, en San Francisco, nadie deja su departamento salvo que pasen dos cosas:  que te ganes la lotería o que Sai Baba te de la bendición. De lo contrario, estamos todos muy orgullosos de vivir en una de las ciudades más caras del mundo. Cheers!

Su novio está divorciado y tiene tres hijas, ¿Mary Poppins versión 2020? Esa es mi amiga. Sumado a Martha Stewart y Marie Condo. Cocina, limpia, ordena, ayuda con el cuidado de sus hijas y pasea su perro: un Pastor Belga. 

No me enganchan ni si me lo piden de rodillas con la casa frente al mar en la mano. No hay dinero en el mundo que justifique tanto trabajo para un divorciado más. Lo que sí me llamó la atención fue cuando él le dijo: “si te mudás conmigo tenés que pagar la mitad de la hipoteca”. Colorín colorado el miserable se ha revelado. Y mi amiga—tan avispada como él—le dijo: “solo si me ponés en la escritura a partir de la fecha de mi primer pago”. Como verán, no hay víctimas ni culpables, solo asesinos seriales. Esa vendría a ser yo, la amiga que termina cortándole el cuello a gente que no tendría que haber nacido. Violenta no, manteniendo el ecosistema para que no colapse. 

 

— Jorgelina, por favor agarrás tus cosas y te vas de ahí de inmediato—le dije con la seriedad que me caracteriza en momentos picos. 

 

— Ay no Ceci, fijate que yo no me voy a ningún lado, estamos en cuarentena y no puedo salir corriendo como una loca si él no tiene las cosas claras, ahora que se aguante.

 

Mi primer reacción fue negativa, ya que pienso que nuestra compañía es un lujo, pero después llamó mi madre que la quiere tanto y agregó: “que se quede, que se quede y le llore todos los días hasta que se le pase”.

Unas profesionales estas mujeres que me dejaron de cara, tanto, que Jor me terminó confesando que ya empezó a hacer el duelo en su hombro a la caída del sol. Todos los días tipo siete le gotea el cierre de una etapa que él destruyó con su ego. Well done, aunque si me hubiera pasado a mí, probablemente ya me hubiera mudado a Pakistán. Prefiero llorarle a un paki que a uno en bancarrota emocional. 

Después de contarme la tragedia que siempre termina prendida del portero del 209, me dijo que ahora quería hacer una fiesta en su jardín para celebrar el final de una etapa y el comienzo de una nueva era. Sí. En su casa. O la de ellos. Muy a lo Madonna Louise Ciccone, solo que sin la división de bienes y los agradecimientos pertinentes hacia una chica que hasta le limpió los vasos con Windex.

Qué despedida más romántica, solo Jorgelina puede sobrellevar el drama de esta ruptura con tanto entusiasmo, si fuera por mí, estaría todo enterrado en veinte metros, cuerpo del cónyuge incluido. 

 

— Son of a bitch! Grité en el teléfono asustándola a mi amiga.

 

— No Ceci, fijate que yo le guardo cariño, fui muy feliz con él y siento que él se lo pierde.

 

Gracias a Dios que la felicidad significa cosas distintas para cada uno de nosotros, porque a mí si alguien me dice que pague la mitad de la hipoteca para cuidar a sus hijos, es muy probable que me vuelva crónicamente inestable. 

 

— Yo no Jor, y solo quiero avisarte de que si me lo encuentro por la calle lo atropello. No te preocupes, tengo seguro contra perdedores. Es una póliza que salió hace poco, incluye protección contra irresponsables emocionales e inmaduros sin retorno. 

Brindo porque la epidemia ponga a cada uno en su lugar.

 

¡Nos vemos en la fiesta!

 

 

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