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The Ugly Truth

Ayer la pasé a buscar a mi amiga Lucía y nos fuimos a “the white party”. Una fiesta en donde teníamos que estar todos vestidos de blanco para despedir a nuestro amigo Kapi, que falleció hace dos semanas de un ataque al corazón. Como somos un planeta tan involucionado, vemos la muerte como una tragedia, en vez de entender que pasamos a un plano superior porque ya hemos aprendido todas las lecciones. Mi meta no es escribir sobre mis ramificaciones espirituales y sus allegados, mucho menos condenar el dolor ajeno por la partida de nuestros seres queridos, pero al llegar a esa fiesta el ambiente se cortaba con un cuchillo, y si Kapi nos hubiera visto desde el cielo, nos hubiera tirado con una somosa. Sobre todo porque él siempre celebró la vida, y juro que sin verlo me dijo al oído: ¡salte de esa vaina urgente!


Bailé, comí, regalé mi cariño, y a las 8 nos volvimos a casa con Lucía para seguir la fiesta con The Ugly Truth. Una película en donde el protagonista dirige un programa de televisión enseñándole a las mujeres como estar con el típico hombre Neanderthal, que según él, son la mayoría.
La primer escena comienza con él quemando el libro “Los hombres son de Marte, las mujeres son de Venus”, diciendo: este es el problema de las mujeres solteras, que compran demasiados libros y no se dan cuenta de que el hombre es básico y no se necesita un libro para decodificarnos.
El libreto apunta a un hombre misógino y a una mujer feminista debatiendo relaciones y posiciones de poder, afuera y adentro de la cama.
Lucía estaba en llamas porque es ultra-feminista, y yo no podía parar de reírme de este plot hollywoodense, que su única meta era mostrar estereotipos sociales que han existido desde hace siglos.
Al terminar la película— que de por cierto los dos actores terminan enamorándose; ay Hollywood, sos tan previsible— Lucía me dijo que estaba tan feliz de no tener pareja, ya que para ella el amor es una estupenda relación con la vida.

— Bueno Lu, pero eso lo decís porque no encontraste un hombre evolucionado como compañero, no te culpo, pero no me digas que son todos primitivos.

Cuando Lucía se gira y me entrecierra los ojos clavándome el 7 de espada, sé que será una batalla difícil.

— Ok, te doy un 10%…y ni tú, ni yo, hasta ahora lo hemos conocido. Dime tú chica, tal vez tengas la formula, pero hasta donde yo sé, ese picaflor no ha visitado mi estigma ni de cerca.

Convengamos que Lucía tiene 55 años, es duro ir a la guerra con alguien tan preparado, tengo todas las de perder, sobre todo cuando mis guerras se prendieron fuego solitas.

— Mira chica, yo te voy a decir una cosa, para cuidar a alguien me quedo sola, y para que me cuiden, mejor me quedo sola también, creo que en ninguno de los dos casos es justo.

— ¡Pero pará, pará Lu! ¿Por qué estamos hablando de cuidar? sobre todo una gran gozadora de la vida como vos. Podés estar con alguien que se disfrutan y se atienden mutuamente.

— ¿Chica, tú en qué mundo vives? ¿Has visto a las parejas a tu alrededor? Generalmente es la mujer que corre detrás de los niños, ¿eh?. Siglo XXI y todavía no hemos podido combatir los malditos roles. Seguro que habrá hombres que comparten la tarea, pero no son la mayoría ni de coña. Y mejor ni me meto a hablar de la vida sexual de las parejas. No sé qué me deprime más; si el hombre que nunca le alcanza el sexo o la mujer que no da a basto con tantas obligaciones.

— Poniéndolo así, acabas de deprimirme a mi también, querida.

— Pues bendícelo chica, estás viviendo tu libertad con plenitud y celebrando tu felicidad sin depender de nadie, ¿no es esto algo grandioso?

— Sin duda, pero no pierdo la fe Lucía, creo en el hombre evolucionado, aunque no sea la mayoría.

— Ya te di un 10%, no empujes que te saco 5.

Nos tomamos un café con leche y brindamos por el amor a la verdad; los amigos, San Francisco, Kapi, y el inicio de un hermoso verano con la mejor compañía: ¡nosotras!

Buen domingo para todos gauchos, un beso en la frente.

 

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