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Carta a San Francisco

En un mundo donde la monogamia está dejando de existir, tuve que decirle a mi querida ciudad de San Francisco que lo nuestro ha llegado a su fin. Marcha un divorcio premeditado con un sitio al que amé por casi una década—que no es poco para los tiempos que corren—.Y si bien nadie desea separarse después de prometerse amor eterno hasta que la muerte los separe, permanecer en un matrimonio con diferencias existenciales, causa más daño a que darlo por terminado. 

Me acuerdo cuando llegué a esta ciudad lo impactada que me sentí por la diversidad, la inclusión y la forma de expresarse de la gente—sin reparos o prejuicios—a la hora de mostrar su personalidad frente al lienzo de la vida. Escribí un libro entero inspirada en la capacidad de aceptación que tuvo esta ciudad con respecto a los diferentes puntos de vista y distintas formas de ser de la sociedad. Inocentemente creí que la gente que habitaba este sitio era libre, y que la San Francisco que citaba Jack Kerouac en sus libros, hacía referencia a un movimiento social que jamás hubiera permitido el atropello de sus derechos. Pero el enamoramiento es así, no te deja ver la verdad detrás del velo de la idealización y el entusiasmo. Carl Jung diría que este proceso dura seis meses, yo diría que depende del estado de negación en que la persona se encuentre. 

Lo cierto es que el amor no es para todo el mundo, y mucho menos para una civilización que no cree que el compromiso forma parte de la misma libertad que tanto reclaman tener. Porque cuando la libertad se acomoda a nuestros puntos de vista y no se ajusta a la objetividad de la palabra en sí, surgen nuevas definiciones que sobrepasan la estructura del lenguaje, y lamentablemente, a la del comportamiento en general también. 

¿Cómo San Francisco? ¿Te declarás libre de tener relaciones poliamorosas pero no sos capaz de frenar al estado cuando te somete a un regimen dictatorial como el uso compulsivo de bozales, el distanciamiento social y la quiebra de negocios?

Una sociedad que obedecen las reglas impuestas por los gobiernos corruptos pero enfrentan a los seres que más aman porque están aburridos de la rutina de la monogamia, definitivamente no es mi lugar. Porque mi concepto de libertad se opone de manera directa a los estándares de una sociedad quebrada moralmente.

 

—Pero Ceci, se puede amar a muchas personas al mismo tiempo—me dijo mi amigo Sebastián defendiendo la poligamia.

 

—¿Esto es lo que te decís a vos mismo para poder hacer lo que querés?

 

Si la misma gente que defiende esto supiera que la meta del sistema es destruir estos valores, no cederían tan fácilmente. Pero más allá del deseo personal de cada uno, la verdadera libertad jamás estuvo relacionada con el sexo, esta fue una trampa de ingeniería social para que la promiscuidad llenara el casillero de “normalidad”. No es casualidad que estemos viviendo en una era en donde la inclinación sexual y las preferencias adentro del dormitorio se hayan hecho públicas, ¡y hasta sean motivos de conflicto para crear leyes y curriculum escolares!

Un delirio, acompañado de unos padres represores que te apoyan si sos bisexual, pero te castigan si no le tenés miedo a un   v i r u s   creado por ellos. Supongo que en la agenda de esta gente, la libertad es una especie de camaleón, se transforma dependiendo de la circunstancia.

Y una ciudad que desdibuja la realidad afinando el lápiz con tanta soltura, probablemente no sea para mí. Porque para mí, el verdadero compromiso es la lucha por el amor, no por el ego, y el mundo parece estar haciendo todo lo posible para alimentarlo, perdidos en el consumo, la hipersexualización y los resultados inmediatos. 

Al mudarme de acá seguramente encontraré otros desafíos—ya que el marido perfecto no existe—, pero prefiero pasar por cambios dolorosos que permanecer en una relación que no contribuye a mi evolución. Después de todo, este es el desafío humano más grande: ser fiel a un amor que nos ama incondicionalmente y que jamás haría nada para lastimarnos. Y entre vos y yo, San Francisco, sabemos muy bien que todos tus prejuicios han salido a la luz al ver como no podés tolerar

que salga a la calle sin bozal, que sea monógama y que crea en Dios. Porque vos sos así, libre cuando te conviene y miserable cuando no piensan como vos. Y en nombre de tu falsa democracia, espero que nuestra separación guarde los buenos recuerdos de todo lo que nos quisimos sin dejar rastros de las diferencias que hoy me hacen no elegirte.

 

Por la libertad y el amor, buen sábado para todos.

 

Ceci Castelli

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